martes, 9 de noviembre de 2010

Se escriben cartas de amor con buena letra


La crítica ¿para qué?
Segunda parte

Los grandes nombres de la crítica del país, como ocurre casi siempre, viven en Bogotá. Están Edgar O´Hara, Jorge Cadavid, Gabriel Arturo Castro, Marianne Pansford y Luis Fernando Afanador –por citar algunos-. Aquí también están Arcadia y el Boletín Bibliográfico, y recuerdo Pie de Página y Lecturas Dominicales. 

Pero se han preguntado por el sinnúmero de autores de las regiones que les hacen llegar sus libros buenos, regulares o malos, desde diferentes puntos de la geografía nacional y ellos no reseñan. Se han preguntado si en los municipios de Caldas, Risaralda o Quindío conocen su trabajo.

Estos críticos no hablan de ese tipo de literatura, llamémosla de provincia. Pero eso no importa en las regiones porque su trabajo es poco conocido al igual que sus nombres. En el afán de cambiar el centralismo del país, hasta en lo literario, muchos escritores regionales decidimos que como lectores podíamos sugerir algunos títulos para que los habitantes de nuestros pequeños departamentos pudieran acercarse a ellos. En Pereira está Juan Alberto Rivera, poeta y periodista; en Armenia, Libaniel Marulanda, cuentista y cronista; en Cartagena, Gustavo Tatis, poeta y periodista, o en Tuluá, Omar Ortiz, también poeta, por citar algunos. Sus reseñas son respetadas.


Con la necesidad de divulgación de nuestros autores ajenos a las grandes editoriales empiezan a aparecer pequeños periódicos dedicados al tema como Papeles de Plata, en Manizales, cuyo slogan era “El valor de la crítica”, un folletín de ocho páginas dirigido por el profesor universitario Mario Armando Valencia y en el cual un grupo de ocho amigos escribíamos sobre literatura. La idea y el periódico duraron dos años, con un tiraje de dos mil ejemplares en ediciones mensuales. Tuvo su fin cuando al profesor Mario Armando la vida lo llevó a radicarse en Popayán. Como este ejemplo han surgido muchos otros intentos para hacer de la crítica una estrategia con el fin de tentar a los lectores, y un fuerte mecanismo que acompañe la labor del escritor y el oficio de lector.

En las pequeñas ciudades, en los olvidados municipios, en los golpeados departamentos, la crítica se asume diferente, sin el rigor de la academia, sin el manto pesado de los filósofos y pensadores universales, sin las pretensiones de querer tener la última palabra sobre un autor y su obra. Todo, porque nuestros lectores son distintos, nuestras realidades son ajenas a las de Bogotá y porque nuestros autores necesitan un espacio de reconocimiento y divulgación de sus obras que casi nunca tienen en los periódicos nacionales o en las revistas especializadas.

Entonces, la crítica ¿para qué? La respuesta es sencilla, para visibilizar autores y obras que tiene valor y proyección. Un lector agudo y si se quiere especializado, en ciudades ajenas a Bogotá, atina con los libros que reseña y poco a poco ve esos títulos y esos autores ganar terreno en el mapa literario colombiano. Muchos de los buenos escritores del país en la actualidad no son nacidos en Bogotá, sino en Amalfi (Antioquia), Cereté (Córdoba), Padua (Tolima), Cali (Valle del Cauca), San Onofre (Sucre), o Aracataca (Magdalena), y fue desde los periódicos regionales desde donde empezaron a proyectar su trabajo. De tal manera que esos pequeños espacios de crítica literaria son vitales para el trabajo de creación de nuestros escritores.

La crítica tiene ese tercer valor en el proceso lector, es también la animación y promoción de lectura que se hace desde el Plan Nacional, las Cajas de compensación, los programas como el Libro al viento o el biblio-burro. Son necesarios los talleres de escritura, los pregrados en Literatura, las especializaciones y las maestrías, pero necesitamos más espacio de crítica para confrontarnos, conocernos y visibilizarnos. En ese tercer paso estamos trabajando en Caldas y muchos otros departamentos. Así los espacios para hacer visible este trabajo se reduzcan cada día más. Tenemos nefastas noticias sobre el cierre de los suplementos literarios y culturales en los periódicos regionales, pero seguimos nutriendo a nuestros lectores, no los abandonamos.

Apartes de la conferencia Se escriben cartas de amor con buena letra. Dictada en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá en el marco del II Encuentro Nacional de Crítica.

(En la foto los escritores Estercilia Simanca de Guajira, Juan Carlos Acevedo Ramos de Caldas y Margarita Galindo de Atlántico en la Plaza del Ché en la U N de Bogotá)

2 comentarios:

  1. mmm faltan los creditos de la fotografa, me encanta esta publicacion

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  2. Muy interesante,gracias juan por regalarnos tan buena informaciòn.Un abrazo

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