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Episodio
Uno
- La culpa es de Roberto
Si, la culpa la tuvo Roberto Vélez Correa, hace ya más de
doce años, cuando una noche en la Secretaría
de Cultura de Caldas propuso mi nombre para que asumiera como Presidente
del Centro de Escritores de Manizales
C.E.M. Una papa caliente, me dijo mi amigo Jara,
cuando se lo comenté. Yo contaba con veinticuatro años y había publicado
recientemente el bienamado libro de poesía Palabras
de la Tribu. Luego de pensarlo con la almohada y consultarlo con amigos
como Jara y George, decidí aceptar el encargo de dirigir el Centro y organizar
los Juegos Florales, el evento literario
bandera de la institución.
Y digo que el culpable fue Roberto, el inolvidable escritor, filósofo y crítico literario muerto en Manizales hace apenas siete años, porque gracias a su iniciativa de postularme para presidente del C. E. M. me tocó organizar el cumpleaños número ochenta del jurista y exministro Otto Morales Benítez. Menuda tarea la que me asignaron para pagar la primiparada: organizar las efemérides del burgomaestre y por supuesto elaborar el discurso de bienvenida para él, su familia y los cerca de trecientos invitados.
Lo organicé, llegaron asistentes
de la talla del expresidente, poeta y amigo personal del Dr. Otto, el señor Belisario Betancur. A esa celebración
asistieron todos (familiares, políticos, intelectuales, miembros del C.E.M. y
hasta gente de un solo ojo). Todo salió bien y mi cariño por Otto Morales Benítez empezó a crecer.
Han pasado 13 años desde esa noche maravillosa en el Fondo Cultural del Café, la amistad sigue igual, su poderosa memoria ha hecho que no me eche al olvido y cada vez que viajo a Bogotá y sé que se encuentra allí lo visito. Hay un plus en cada visita, además de la larga y amena conversación, y son los libros pues nos acercan. Jamás ha permitido que salga con las manos vacía de su oficina.
Hoy, cuando el Dr. Otto es un nonagenario que representa el intelectual de más alto vuelo que ha dado Caldas y el entrañable municipio de Riosucio, me entrevisté con él. En su casa al norte de Bogotá.
- Una biblioteca que
crece como la hierba
La casa queda en el norte de
Bogotá, es amplia, luminosa, con jardines delanteros y posteriores bien
cuidados y seguridad necesaria para este tipo de hombre, tan conocido, tan
importante.
Me recibe su empleada, una
señora costeña de escasos 60 años, tiene
una voz fuerte, gruesa, que denota mando. Es una matrona, pero en su rostro se
dibuja una sonrisa tímida cuando mira a los ojos de los invitados del Dr. Otto.
Ella está acostumbrada a recibir presidentes, vices, ministros, militares, embajadores,
intelectuales, periodistas y muchos riosuceños. Vengo acompañado de Gloria Luz
Ángel quien lo entrevistará para Papel Salmón del diario La Patria.
La seño, nos indica la entrada. Accedemos por el garaje, hay tres autos estacionados: una camioneta, una pulga o Volkswagen de color beige, tal vez modelo 60, y un automóvil, ese si de un modelo más reciente.
Me sorprende el garaje, no
por su tamaño, no porque los carros estén apiñados uno contra el otro, sino
porque el garaje se ha ido convirtiendo en una biblioteca. Mientras escucho las
indicaciones de la seño, disparo la cámara a diestra y siniestra, sin permiso
de nadie para hacerlo. El flash ilumina el resto del garaje y veo más libros en
estanterías y esquinas y me digo su biblioteca crece como la hierba.
- El encuentro con una leyenda
viva
La empleada, habla un poco más fuerte, con la
intención que le preste atención y nos conduce desde el garaje hasta la sala de
recibo por unas estrechas escaleras cuyas paredes laterales están repletas de
cuadros, el arte lo encontramos de desde la entrada.
Llegamos a la sala, es
espaciosa, iluminada, tiene un ventanal del tamaño de la pared de fondo por
donde la débil luz de la capital entra para entibiar la casa. Al lado izquierdo
hay una chimenea grande, que por el olor de la madera quemada debió estar
encendida el fin de semana, hay troncos de leña para la fogata y las dos
paredes que restan de la sala tiene colgado arte del maestro Rodrigo Arenas Betancur, de Manzur, de Guayazamin, de otros tantos famosos artistas plásticos de Colombia e Indoamérica que no logro reconocer, ese bello nombre de Indoamérica
es un término acuñado por el Dr Otto para remplazar el ramplón Latinoamérica
con que nos bautizaron los gringos. Los muebles, mal contados, deben tener 40
años, también existe un gran sofá rojo con igual número de décadas, una mesa de
madera rectangular que hace las veces de mesa de centro -enorme- con pequeñas
esculturas arriba y libros de arte abajo. Hay flores violetas, hermosas flores
violetas en un gran jarrón, todo es grande en la casa de Otto Morales Benítez.
Estamos solos, no supe
cuando la seño que nos recibió nos abandonó a la suerte en esta sala. De pronto
por el rabillo del ojo veo que la seño sube al segundo piso. La escucho hablar
en voz alta, se dirige al Dr Otto. Avisa de nuestra presencia. Le dice al escritor,
historiador y ensayista colombiano que los periodistas de La Patria de Manizales
han llegado y que ya lo esperan en la sala de recibo. El tono de su voz me indica
que deberé hablar fuerte frente al inmortal Otto.
Mi amiga prepara su
grabadora, tenemos listos lapiceros y libretas. Sacó mi cámara. Minutos después
una carcajada inunda la casa, toda la casa y la figura del hombre entra como exhibiéndose. Sabe
que venimos en su búsqueda y se pasea con propiedad por su hogar, A éstas
altura se sabe una leyenda viva de las letras colombianas. Está perfectamente
trajeado: vestido azul, camisa blanca con rayas azules, corbata roja. Trae unas
preciosas mancornas, y un olor a colonia que no logro identificar. Saluda
efusivamente a Gloria, la abraza y la
envuelve entre sus brazos. Luego se dirige a mí y me dice, Juan Carlos, que haces aquí deberías estar escribiendo, agrega algo
más sobre lo que escribo y mientras habla aprieta mi mano derecha que se pierde
en la suya blanca y fuerte. Me intimida un poco su presencia, no sé por qué. Luego
nos invita a sentarnos.
Apenas y le hemos dado
algunos datos sobre Manizales y Caldas, algo sobre su actual situación
político-administrativa y cómo si un rayo lo iluminará nos pregunta: ¿ya les mostré la biblioteca?. Lo dice como quien desea dar a conocer un
tesoro, o mejor habla de ello como quien quiere enseñar un trofeo.
Continuará...
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