Episodio II
- La maldita envidia me
corroe.
Pasen
por aquí, suban, suban, dice con su voz segura y ronca. Al terminar luego a la derecha, después continúen
subiendo y la encontrarán, agrega. Son tres pisos los que debemos recorrer,
El Dr. Otto viene detrás, no titubea, su paso es seguro, sube los tres pisos
sin mayor esfuerzo. Otto, el hijo predilecto de la tierra del Ingrumá, tiene 93
años. No lo parece ni física, ni mental, ni anímicamente. Qué vitalidad le
acompaña.
Después de las indicaciones llegamos
y se abre ante nuestros ojos un cuadro de que Pedro Nel Gómez hizo del jurista caldense. Luego una inmensa
biblioteca -que hace las veces de estudio- nos deja perplejos.
Arte, más cuadros de famosos pintores adornan las paredes, algunas máscaras y un busto en yeso, la base para una escultura de su cabeza en bronce que reposa en la oficina, la muy conocida oficina en el centro de Bogotá, en el piso 21 de la Torre Colpatria, además tiene un gran escritorio de madera, al igual que los muebles de la sala debe andar en los 30 años o más, sobre él un cartapacio de hojas y carpetas, y un poco empolvada reposa una máquina de escribir Olivetti que debe tener igual a todos los muebles unos 30 años. En ella escribo, me dice mientras suelta su demoledora carcajada.
Hay varias sillas de madera con cojines y un además un sillón de cuero negro para los visitantes, entre estantería y estantería diviso un miniar con botellas de varios licores y lo demás son portaretratos, lámparas, un olvidado maletín de ejecutivo, y varias mesitas auxiliares con libros, cientos de ellos, más de los que puedo describir.
Arte, más cuadros de famosos pintores adornan las paredes, algunas máscaras y un busto en yeso, la base para una escultura de su cabeza en bronce que reposa en la oficina, la muy conocida oficina en el centro de Bogotá, en el piso 21 de la Torre Colpatria, además tiene un gran escritorio de madera, al igual que los muebles de la sala debe andar en los 30 años o más, sobre él un cartapacio de hojas y carpetas, y un poco empolvada reposa una máquina de escribir Olivetti que debe tener igual a todos los muebles unos 30 años. En ella escribo, me dice mientras suelta su demoledora carcajada.
Hay varias sillas de madera con cojines y un además un sillón de cuero negro para los visitantes, entre estantería y estantería diviso un miniar con botellas de varios licores y lo demás son portaretratos, lámparas, un olvidado maletín de ejecutivo, y varias mesitas auxiliares con libros, cientos de ellos, más de los que puedo describir.
Pero
sigan, sigan y conocen, nos dice. Cómo dueño de casa nos
traslada de habitación. Mientras Gloria
y él salen, yo disparo de nuevo la cámara hacia todos lados.
Atravesamos el pórtico de
madera de la habitación contigua. Entramos a un cuarto auxiliar cuyas paredes
no podemos divisar por las altas estanterías que las cubren, en ellas más
libros y la maldita envidia me corroe. ¡Carajo!,
digo en voz alta, y me traiciono, se me escapa la palabra. Y todo porque Otto Morales Benítez tiene completa la Biblioteca
Ayacucho, toda, toda. La rabia me sube por la sangre, hierve mi rostro. Él con
risas me dice: Juan Carlos, la tengo
completa. Cada que salía un tomo unos amigos me avisaban y así con su ayuda
pude completarla. Y agrega. Es,
poeta, la más importante colección del pensamiento Indoamericano. No hay
duda. Ya la envidia, la mugrosa envidia, ha desfigurado mi rostro. Trago saliva,
me ventilo un poco con la libreta que cargo hace rato, respiro hondo, me
contengo y le digo: Dr Otto, es usted un
privilegiado al tenerla completa.
No quiero ver más lomos, ni
títulos, ni carátulas. La envidia me puede volver un sucio y vulgar ladrón de
libros, respiro hondo de nuevo, y me dispongo a abandonar este cuarto. Pero al
que no quiere caldo… el mismo Dr. Otto
me dice: Mire mijo, mire, ya los libros
se tomaron hasta el baño y abre un angosta puerta de madera que no logré
divisar entre las estanterías, me hace asomar la cabeza y en efecto los libros hermosamente
cuidados sobre estanterías de metal cubren el baño auxiliar. Decido tomar la
cámara y disparar el obturador una y otra vez, para dejar de sentirme un cuervo
hambriento de celulosa.
El Dr. Otto nos indica que descendamos un piso y nos dice esperen un minuto, y verán que en cada cuarto hay libros, no lo puedo evitar. Los libros le colonizaron el hogar, me
digo. Él, muy lento abre una nueva puerta y otra biblioteca, más grande que la
primera se abre ante nuestros ojos y yo ya no puedo más, y maldigo a Borges y sus palabras cuando decía algo
así como que el paraíso debía ser una biblioteca.
Yo pienso en mi pequeña
biblioteca de tres mil libros y me siento miserable. Eso de compararnos es una manía autodestructiva, pienso.
Pero el Dr. Otto, al ver mí congoja, y de manera inteligente dice: porque no regresamos a la sala y trabajamos
un rato. Ya el daño está hecho. Al regresar mi alma descansa un poco, y
pido al Dios de los libros que no vaya a tomar aire para seguir enseñándome
libros y libros y libros porque ya no aguantaría más y me convertiría en un hombre
de fe dispuesto a violar el séptimo mandamiento.
- Escuchando a Funes el
Memorioso.
Iniciamos la entrevista, ya
no en la sala de recibo, sino en un amplio comedor de seis puestos. Ya imaginarán
los muebles que también tienen 30 años. En la mesa hay dispuestos viandas surtidas una
jarra con agua caliente, una cajita de madera negra con bolsitas de te, un
postre de caramelo, delicioso debo decir, una bandeja de galletas bien surtida
y una botella de vino tinto en un mueble contiguo.
De nuevo la voz de la seño
se escucha, llega potente desde la crónica. Abre la puerta y dirigiéndose al Dr. Otto agrega, Dr, por qué no me avisa pa´ tener lista la mesa. Él suelta su feroz
carcajada y le dice: tranquila mijita,
vamos a trabajar primero un rato. Después pude poner la mesa. Ella con cara
de angustia se pierde tras la puerta.
El tema central es el poeta
y subdirector del periódico La Patria,
Rafael Lema Echeverry por el centenario de su nacimiento. Así que la conversación estaba en la mesa y don Otto, como lo llama la seño, comienza
por dar revista a un libro ícono en las letras de Caldas, El Hada Melusina, cartas de amor y pasión de Silvio Villegas, desde ahí don
Otto rememoró, ¿hará falta recordar que ya tiene 93 años? toda la historia
literaria de Caldas, la poesía, los
novelistas, los ensayistas, los historiadores. Habló de sus vidas, de sus
libros, refirió algunos versos, hubo fechas, títulos de libros, datos curiosos.
Su conversación, como
supondrán se extendió por dos horas. En ella fuimos de Colombia a Chile, de Panamá a Argentina, de Ciudad de
México a Salamanca. No hubo como
dejar de escuchar a don Otto, un Funes Memorioso a la manera de Borges, recuerdan el relato sobre ese
hombre llamado Ireneo Funes conocido
también como cronométrico Funes, Borges lo describe como alguien que
posee un don especial para observar cosas que jamás nadie ve en alguna cosa,
aunque la mire por un largo tiempo, así que don
Otto nos trazó la línea del tiempo intelectual de Caldas y Colombia durante
el siglo XX.
Hubo risas, asombro, rabia, más risas, descubrimientos, etc,
porque si alguien en este país sabe conversar es Otto Morales Benítez un humanista que sobrevive en medio del caos y
las envidias malsanas que despierta su nombre, su voz, su inigualable risotada,
porque sigue tan vital como hace 75 años cuando emprendió los caminos de la
intelectualidad y la política. Ya son famosos los chistes sobre el número de
libros escritos por este caldense.
Muchos afirman que él no los escribe. Pero yo
agregaría algo, puede que el no los escriba pero si se los lee todos. Prueba de
ello es que durante la conversación, cada rato se interrumpía el mismo y decía
yo he escrito un ensayo sobre tal o cual tema (política, historia, Indoamérica,
literatura, sus poetas querios por el, etc, está en tal libro) acto seguido se
ponía de pie se dirigía a su inmensa biblioteca traía el libro, lo abría en el
capítulo que citaba, nos leía unos párrafos y luego nos decía, la próxima vez
que regresen les complemento este punto de vista. Aún no salgo de mi asombro
frente a su memoria. ¿Será necesario volver a repetir su edad que llega a 93
años?
- Hora del regreso.
Cae la tarde y el clima
varia de un sol tibio a un viento frío en Bogotá, la grabadora se apaga, la
cámara se guarda, las libretas de apuntes se cierran y los lapiceros van a los
bolsillos del morral. Don Otto se
pone de pie y su figura vuelve a llenar la casa. En tono melancólico habla de Libia su esposa y en tono confesional
nos dice yo vivo aquí con Olimpo (su hijo
que anda por Austria, dictando una conferencia en el Congreso Internacional de
Americanistas en Viena, es algo sobre la Cosntrucción de diálogos en las Américas, nos hace saber).
Y continua: Le dije que se viniera para
acá porque me siento muy solo. Ya ven si estoy muy solo.
Guarda silencio y llama a la
seño que aparece como un fantasma, es decir, sin hacer ruido y vestida de un
blanco impecable, y le dice: Mijita los
acompaña a la puerta. Nos da abrazos y apretones de manos. Vuelvan, vuelvan esta es su casa. Y Juan Carlos no olvides la fe en la palabra,
me dice mientras empiezo a desandar los pasos que me trajeron esta tarde bogotana
a su casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.