El fútbol es el
deporte más popular que existe. Tiene miles de millones de seguidores en el
mundo, tal vez tres mil millones, o más. No existe un solo país en el planeta
que no tenga por lo menos un torneo aficionado. Los mundiales de fútbol, esto
ya lo he dicho hasta la saciedad, son los eventos televisivos que más
espectadores mueven en el mundo. Y podría mencionar cifras y millones de euros
que se mueven alrededor del llamado deporte rey.
En la ciudad no ha
vuelto a llover. El ambiente es seco, hay humedad, más de la normal. El cielo
está gris todo el tiempo. El azul se borró hace semanas de la cúpula. Las
tormentas eléctricas nos paralizan. Hay polvo en las avenidas y en los parques,
sobre los autos y las fuentes. Un polvo sucio que se mezcla con ceniza
volcánica. Las plantas se ven grises y tristes, las calles igual. La gente va
de prisa como siempre. Debe ser la idea de una nueva erupción del Nevado
tutelar que nos vigila.
El fútbol se volvió
el deporte de multitudes. Pronto los denominados deportes de élites tuvieron
que dejar sus filtros y abrirse al pueblo, es decir, el tenis se popularizó y
tuvieron campeonas negras, igual el golf y también el automovilismo.
Necesitaban ganar dinero y adeptos y apalearon a dejar sus torres de marfil para
poder ser competitivos en talento, recursos e ingresos. La publicidad, la tele,
el llamado marketing generaba millones que el fútbol se guardaba, y si pensaban
en deportes solo para ricos y nobles estaban perdidos.
Llega el amanecer de
domingo. Tengo ansiedad. Son casi las cinco de la mañana y me revuelco en la
cama sin conciliar definitivamente el sueño. En la vigilia empiezo a escuchar
el ruido de la lluvia, leve, lejano. Uno que hace rato no escuchaba, una
pequeña brisa que moja las calles de esta Ciudad
Amarilla. El golpeteo de la lluvia aumenta con el paso del reloj. Ya no hay
lluvia sino tormenta, se hace fuerte y de repente en la ciudad -al amanecer del
domingo- un aguacero borra el rastro del polvo y la ceniza.
De nuevo la alarma del celular dice que es hora de ponerme en pie. Son apenas las 5 y 30 de la mañana. Si, de domingo y debo buscar el baño para salir a las seis rumbo a Zaragoza en el Norte del Valle. La lluvia cesa al salir de la ducha, el aguacero no dura más de cincuenta minutos, las calles limpias y las fachadas de las casas y edificios recién bañadas como yo, dan la bienvenida a la mañana de este domingo de fútbol. Voy a Zaragoza no precisamente en busca del calor del Valle sino del fuego que despierta el Deporte rey.
Para quienes no
madrugan y se quedan encerrados en sus casas y sus camas los domingos, por
pereza o por guayabo, les diré es mucha más la gente que busca como salir un
día domingo a hacer algo (caminar, pasear los perros, almorzar fuera de casa,
ir de pesca, de paseo familiar o a matar
el día eterno del domingo leyendo en parques), en fin, es mucha más de la que
pueden imaginar entre sus cómodas cobijas.
Matias tiene seis
años. Es activo, inteligente y de buen humor. Como todo niño le gusta dormir
hasta tarde el fin de semana. Desayunar huevos en tortilla, choco tibio, queso,
pan y jugo. Va al cole, le gusta el cine, leer, si señores, le gusta leer y lo
hace como el mejor de su clase, también le gusta armar rompecabezas, jugar
juegos de mesa como Derrota a tus padres
y Pictography, juega Play Station siempre con el F.C. Barcelona y jamás lo he podido
derrotar, elige bien su equipo cómo debe ser, dibuja bien y colorea mejor, adora
la pizza y el pan, es de corazón enorme, cuida los animales y siente gran
simpatía por los perros y los caballos y tiene un genio del putas cuando le
sacan la piedra, se le ve feliz, canta y ríe y hasta inventa palabras, como por
ejemplo, un día me dijo que yo era un Poetista.
Les traduzco Poetista: hombre que escribe poemas. En general es
un niño que todos queremos.
Salir de la ciudad es
una rutina semanal en mi vida, para el norte, el oriente, el sur, el occidente.
La mañana está fresca y un débil sol se entrevé a lo lejos. No hubo jugo de
naranja. La prisa por no perder los buses y llegar a la hora de salida no dejó tiempo
para el infaltable jugo. Llegué puntual a la cita, Carrera 21 Calle 27. El agua
de la mañana limpió todo rastro de sábado y empiezo a ver gente que busca sus
sitios de trabajo, sí, aunque no lo crean los dormilones de domingo, hay gente
que trabaja el día de nuestro descanso. Los voceadores de periódicos se
escuchan con gritos roncos y potentes. Somnolientos celadores avanzan casi como
zombis por la calle y de repente frente a mí un grupo de niños vociferan. Están
alegres, limpios, sin señales de sueño y llenos de vida.
La hora convenida no
fue la de la salida. Salimos tarde hacia Zaragoza.
Cruzamos sin más Caldas, Risaralda y entramos aún temprano al norte del Valle.
No hubo tiempo para desayunar. De una registramos a los niños, fila para ingresar
y estábamos allí en el Centro
Recreacional Paloquemao. El motivo de la madrugada, del viaje y de la falta
de desayuno no es otro al que se han imaginado: el partido de Matias. El pica´o en tierras extranjeras.
Su primer partido fuera de Manizales.
Este torneo se
organiza desde el norte del Valle y
llegan niños de todos los estratos sociales, religiones y colores. Está el Deportivo Pereira presente y su escuela
de fútbol, también la Fernando Uribe,
la de Zaragoza, Campeones LANS de Manizales,
el equipo donde juega Matias, y otros cuatro o cinco equipos más de Quindío y toros municipios del Valle que no logro identificar.
Canchas listas, nueve
en total, árbitros preparados, técnicos en sus lugares y equipos con jugadores
que van entre los cinco hasta los catorce años. Rivales que jugarán partidos de
25 minutos en las categorías pre infantil, infantil y pre- juvenil Dije tiempos
de 25 minutos para evitar la deshidratación de este sol espeso, de este calor
sin viento que derrite sombras y rostros. Lo demás son cerca de quinientos
padres de familia, hermanos, tíos, primos y abuelos acompañando al niño de la
casa tras el sueño de ser estrella de fútbol por unas horas o un día.
El fútbol es una pasión
imposible de explicar. Es un juego de
masas. Con él se aprende a amar, a odiar, a llorar, a desilusionarse, a
reconciliarse, a triunfar, a perder, a gritar, a creer que todo puede ser
mejor.
Cuatro partidos por
equipo y luego piscina para refrescar los cuerpos y los pies que arden bajo el
calor de Zaragoza, eso lo supe porque
Matias en pleno partido busco a su
mamá y le dijo:
- Mamí, me arden los pies. Luego corrió tras el balón.
Nada importaba ya,
iba por su cuarto partido y llevaba seis goles. Uno de ellos de cabeza, un
golazo de un niño de seis años, uno que hizo que padres y jugadores lo
felicitarán. La estrella este domingo se llama Matias. No hay Messi que
importe, Falcao es un pobre aprendiz
al lado de Matias, hoy en este medio
día de domingo la estrella es él. Así que sus pies hechos llamas no lo van a
privar de seguir jugando. No, él podría resistir el tiempo que faltaba para no
dejar el equipo con un jugador menos. Un niño de seis años pensando en
colectivo. Como un gladiador se enfrentó hasta el final al poderoso sol
vallecaucano del medio día y venció.
Acaban los cuatro
partidos -pactados a 25 minutos con descansos de 20 minutos. Ganan dos de
cuatro. Luego del almuerzo llega la hora de la premiación y sin más, debemos
regresar.
Matias duerme un poco, está reventado, como el
mismo dice en el argot futbolero. Cómo no, si jugó cuatro partidos, nadó en una
piscina para grandes, hizo recocha con sus amiguitos de equipo y de colegio. Ya
no pudo más y se dobló junto a la
medalla dorada que cuelga de su pequeño cuerpo, duerme en el bus que trae el
equipo completo a casa. Mi novia y yo vamos junto a él recordando el madrugón,
las carreras, la falta de desayuno. Hay una solo conclusión, ese gol de cabeza
valió la pena, valió la salida a ver jugar el deporte más hermoso del mundo. El
deporte rey. El deporte de multitudes. La beso y la felicito por ese niño
maravilloso que tiene, ella se queda dormida.
Yo sigo pensando que el
fútbol es el deporte más popular que existe. Tiene miles de millones de
seguidores en el mundo, tal vez tres mil millones, o más. No existe un solo
país en el planeta que no tenga por lo menos un torneo aficionado. Es una
pasión, se lleva en la sangre, uno sufre mucho por el equipo y no importa
seguiremos hinchando más que nunca porque ni Messi, ni Dayro, ni Ribery, ni Archavin, ni Agüero, ni
mi querido Iniesta, ni Rooney serán mejores que el jugador de
la casa: Matias.
Llego al final de día
a la ciudad, vuelve el polvo y la ceniza y el sol de tierra fría y las horas de
trabajo. Nada importa. El domingo junto a mi novia volveré a ver jugar a Matias
en cualquier cancha de la ciudad o del país y tendremos unas horas de
felicidad.
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