lunes, 9 de julio de 2012

Otto Morales Benítez. Un legendario nombre en las letras Indoamericanas


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Episodio Uno

  1. La culpa es de Roberto
Si, la culpa la tuvo Roberto Vélez Correa, hace ya más de doce años, cuando una noche en la Secretaría de Cultura de Caldas propuso mi nombre para que asumiera como Presidente del Centro de Escritores de Manizales C.E.M. Una papa caliente, me dijo mi amigo Jara, cuando se lo comenté. Yo contaba con veinticuatro años y había publicado recientemente el bienamado libro de poesía Palabras de la Tribu. Luego de pensarlo con la almohada y consultarlo con amigos como Jara y George, decidí aceptar el encargo de dirigir el Centro y organizar los Juegos Florales, el evento literario bandera de la institución.

Y digo que el culpable fue Roberto, el inolvidable escritor, filósofo y crítico literario muerto en Manizales hace apenas siete años, porque gracias  a su iniciativa de postularme para presidente del C. E. M. me tocó organizar el cumpleaños número ochenta del jurista y exministro Otto Morales Benítez. Menuda tarea la que me asignaron para pagar la primiparada: organizar las efemérides del burgomaestre y por supuesto elaborar el discurso de bienvenida para él, su familia y los cerca de trecientos invitados.
Lo organicé, llegaron asistentes de la talla del expresidente, poeta y amigo personal del Dr. Otto, el señor Belisario Betancur. A esa celebración asistieron todos (familiares, políticos, intelectuales, miembros del C.E.M. y hasta gente de un solo ojo). Todo salió bien y mi cariño por Otto Morales Benítez empezó a crecer.

Han pasado 13 años desde esa noche maravillosa en el Fondo Cultural del Café, la amistad sigue igual, su poderosa memoria ha hecho que no me eche al olvido y cada vez que viajo a Bogotá y sé que se encuentra allí lo visito. Hay un plus en cada visita, además de la larga y amena conversación, y son los libros pues nos acercan. Jamás ha permitido que salga con las manos vacía de su oficina.



Hoy, cuando el Dr. Otto es un nonagenario que representa el intelectual de más alto vuelo que ha dado Caldas y el entrañable municipio de Riosucio, me entrevisté con él. En su casa al norte de Bogotá.

  1. Una biblioteca que crece como la hierba
La casa queda en el norte de Bogotá, es amplia, luminosa, con jardines delanteros y posteriores bien cuidados y seguridad necesaria para este tipo de hombre, tan conocido, tan importante.
Me recibe su empleada, una señora  costeña de escasos 60 años, tiene una voz fuerte, gruesa, que denota mando. Es una matrona, pero en su rostro se dibuja una sonrisa tímida cuando mira a los ojos de los invitados del Dr. Otto. Ella está acostumbrada a recibir presidentes, vices, ministros, militares, embajadores, intelectuales, periodistas y muchos riosuceños. Vengo acompañado de Gloria Luz Ángel quien lo entrevistará para Papel Salmón del diario La  Patria.

La seño, nos indica la entrada. Accedemos por el garaje, hay tres autos estacionados: una camioneta, una pulga o Volkswagen de color beige, tal vez modelo 60, y un automóvil, ese si de un modelo más reciente.
Me sorprende el garaje, no por su tamaño, no porque los carros estén apiñados uno contra el otro, sino porque el garaje se ha ido convirtiendo en una biblioteca. Mientras escucho las indicaciones de la seño, disparo la cámara a diestra y siniestra, sin permiso de nadie para hacerlo. El flash ilumina el resto del garaje y veo más libros en estanterías y esquinas y me digo su biblioteca crece como la hierba.  

  1. El encuentro con una leyenda viva
La  empleada, habla un poco más fuerte, con la intención que le preste atención y nos conduce desde el garaje hasta la sala de recibo por unas estrechas escaleras cuyas paredes laterales están repletas de cuadros, el arte lo encontramos de desde la entrada.
Llegamos a la sala, es espaciosa, iluminada, tiene un ventanal del tamaño de la pared de fondo por donde la débil luz de la capital entra para entibiar la casa. Al lado izquierdo hay una chimenea grande, que por el olor de la madera quemada debió estar encendida el fin de semana, hay troncos de leña para la fogata y las dos paredes que restan de la sala tiene colgado arte del maestro Rodrigo Arenas Betancur, de Manzur, de Guayazamin, de otros tantos famosos artistas plásticos de Colombia e Indoamérica que no logro reconocer, ese bello nombre de Indoamérica es un término acuñado por el Dr Otto para remplazar el ramplón Latinoamérica con que nos bautizaron los gringos. Los muebles, mal contados, deben tener 40 años, también existe un gran sofá rojo con igual número de décadas, una mesa de madera rectangular que hace las veces de mesa de centro -enorme- con pequeñas esculturas arriba y libros de arte abajo. Hay flores violetas, hermosas flores violetas en un gran jarrón, todo es grande en la casa de Otto Morales Benítez.
Estamos solos, no supe cuando la seño que nos recibió nos abandonó a la suerte en esta sala. De pronto por el rabillo del ojo veo que la seño sube al segundo piso. La escucho hablar en voz alta, se dirige al Dr Otto. Avisa de nuestra presencia. Le dice al escritor, historiador y ensayista colombiano que los periodistas de La Patria de Manizales han llegado y que ya lo esperan en la sala de recibo. El tono de su voz me indica que deberé hablar fuerte frente al inmortal Otto.
Mi amiga prepara su grabadora, tenemos listos lapiceros y libretas. Sacó mi cámara. Minutos después una carcajada inunda la casa, toda la casa y  la figura del hombre entra como exhibiéndose. Sabe que venimos en su búsqueda y se pasea con propiedad por su hogar, A éstas altura se sabe una leyenda viva de las letras colombianas. Está perfectamente trajeado: vestido azul, camisa blanca con rayas azules, corbata roja. Trae unas preciosas mancornas, y un olor a colonia que no logro identificar. Saluda efusivamente a Gloria, la abraza y la envuelve entre sus brazos. Luego se dirige a mí y me dice, Juan Carlos, que haces aquí deberías estar escribiendo, agrega algo más sobre lo que escribo y mientras habla aprieta mi mano derecha que se pierde en la suya blanca y fuerte. Me intimida un poco su presencia, no sé por qué. Luego nos invita a sentarnos.
Apenas y le hemos dado algunos datos sobre Manizales y Caldas, algo sobre su actual situación político-administrativa y cómo si un rayo lo iluminará nos pregunta: ¿ya les mostré la biblioteca?.  Lo dice como quien desea dar a conocer un tesoro, o mejor habla de ello como quien quiere enseñar un trofeo.

Continuará...

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