lunes, 4 de abril de 2011

La ruta de las uvas


Salí de Roldanillo, en el Norte del Valle, entrado el medio día cuando el sol  está en su punto más alto. Me dirigía al municipio de Toro, también el Norte, para recoger a Julieta Jurado, Ingeniera agrónoma egresada de la Universidad de Caldas que trabaja para el Comité de cafeteros del Valle y quien sería mi contacto para visitar los viñedos en Toro y en La Unión.

A las afueras del municipio del primer municipio, tras cruzar una verja oxidada y atravesar un camino estrecho y bellamente adornado por plantas y flores, llegamos a las bodegas de la hacienda El Porvenir donde cerca de cuarenta mujeres, entre los dieciocho y los cincuenta años, empacan uvas verdes y rojas en pequeñas bandejas. A simple vista esta es una empresa que beneficia madres cabeza de hogar. 

Me llama la atención una gigantesca valla en la pared izquierda del galpón que reza: Recuerda siempre que es mejor levantarse a trabajar que salir a buscar trabajo. Si lo tienes CUIDALO. Qué forma extrañar de obtener eficiencia tiene algunos empresarios, pienso. 


Minutos más tarde llega un hombre sudoroso, con una gorra empresarial algo raída, una camisa de manga larga, remangada, color azul, blue jeans viejos y botas de caucho desgastadas. En una mano trae un casco de motocicleta, en la otra un pequeño radio. Saluda amablemente y se presenta: - Soy Héctor Jaramillo, el administrador de producción del viñedo, -agrega. Se nota intimidado por la entrevista. 


Mi nuevo guía Héctor, responde amablemente a cada pregunta y me aclara de una vez: éste cultivo está dedicado a uvas de mesa, no producimos uvas para vino, y agrega en tono sentencioso: todas las uvas sirven para vino. Las nuestras son llevadas a supermercados en Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga, Medellín y Pasto.

Poco a poco me cuenta sobre el cultivo. -Tenemos dos tipos de uvas la variedad Red Globe que son las rojas y la otra es la Italia que es verde. Las cepas son traídas de Chile, Argentina y algunas veces de California cuando necesitamos hacer injertos.  Con un tono de queja me dice que el invierno que azotó el país el año pasado bajó la producción, las plantas no maduraron y hubo pérdidas. Ellas necesitan luz y como no hubo sino días grises y agua, no tuvieron condiciones óptimas, no cumplieron las metas. Don Héctor toma la palabra y dice: para tener buenas cosechas necesitamos temperaturas entre 20°C y 39°C, un suelo arcilloso, con buen drenaje y todo salé bien. Pero no tuvimos nada de eso el año pasado.
Salimos bajo una temperatura de 30°C rumbo a los cultivos. Héctor conduce su moto Yamaha 125 c.c., color negra, yo íba en carro.

Ya en el cultivo mi entrevistado deja la timidez y con propiedad se mueve entre surcos, sembrados y árboles. Toma las uvas, las ramas de cada planta, habla sobre los híbridos, los injertos que hacen para mejor la producción, nos cuenta sobre las plagas que atacan las uvas, sobre el número de cosechas que recogen al año, sobre la extensión de la hacienda, del cuidado del suelo, el empleo del rastrillo, los herbicidas, la guadaña. Sobre la poda de la matas. Se ve orgulloso, con maestría corta varios racimos de uvas negras que nos obsequia y se despide porque el trabajo lo espera y aún falta una hora para terminar la jornada. Con el sudor resbalando por su rostro y con la timidez de antes sube en su Yamaha, se despide y se pierde por uno de los caminos.

Dejé la hacienda y quedó el olor de las uvas, las mujeres y las bicicletas en que se transportan. 

Hacia la media tarde, con el sol abrasador del Valle del Cauca en todo su furor, me dirigí a La Unión, la tierra del vino en Colombia


La primera parada fue en el Mirador Hotel Los Viñedos, un hotel campestre de lujo. Uno que hay que visitar por sus comodidades, su panorámica y sus espacios al aire libre. Allí me esperaba Angélica García Directora Comercial de la empresa Lozano encargada de administrar el hotel y algunas de las empresas del Grupo Grajales. Ella me acercó a la única planta de producción vinícola del país Casa Grajales. 

La nueva guía, Claudia, me hizo el recorrido de rigor: habló con propiedad de la historia de la familia Grajales, de sus múltiples empresas, de la vendimia, de la forma en que se hace el vino, de su imperio vinícola, Recorrimos la planta, me habló de la producción, de la comercialización, de las marcas que producen para todo el país y el exterior, visitamos las bodegas de empaque de uvas y frutales. Conocimos las bodegas de Casa Grajales, degustamos una copa de vino y salimos un poco embrujados por la magia que hay en la cultura del vino. 

No deja de llamarme la atención que en las paredes de las bodegas cuelgan decenas de citas sobre el vino como esta: 

Hay dos cosas sobre las que se aprende con la edad: los vinos y las amantes.
Un recorrido lleno de literatura y bebidas que no se pueden perder.

Tras recorrer los municipios del Norte del Valle que son ricos en la producción de uvas y de frutales, arrullado por el sonido de las chicharas y el olor de los cañaduzales regresé a Manizales cuando la tarde era ya una mancha azafrán en el cielo.

Colofón necesario.


En el camino de la uva para llegar al vino aprendí que:
El proceso inicia con la vendimia (que bella palabra), el acto de recoger el fruto maduro para una buena vinificación.
La uva que llega a las bodegas, se depositada en los tanques de maceración.
Luego se obtiene el mosto o concentrado de jugo de uva.
Se decide si el vino será blanco, rosa o tinto.
Se pasa a los tanques de fermentación donde se obtiene el grado de alcohol de cada vino.
Llegamos a los tanques donde se le simulan temperaturas al vino.
Se almacena en barriles de roble en las bodegas que poseen frescura, oscuridad para que el vino envejezca o se añeje.
Luego se embotella. La botella permanece inclinada para que el vino cubra totalmente el corcho.
Luego de añejarlo disfrutamos de un buen vino. Salud.

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