jueves, 3 de marzo de 2011

Un viaje con Archer II

Exterior noche. C.C Avenida Chile. Bogotá.

El viaje me dejó muerto, recuerdan la resaca?. Descanse el fin de semana. Pronto pasé del sábado al domingo y llegó el lunes, no tuve muchas oportunidades de salir ese fin de semana en Bogotá, me la pasé encerrado, de verdad, en el apartamento de mi amiga Gloria escribiendo el proyecto para Palestina que debía estar sobre el escritorio del alcalde el martes a las ocho de la mañana. 

Para salir de mi embrollo y mi dolor de cabeza por la planeación y escritura del proyecto, quienes hacen proyectos para el estado saben de que hablo, y ver un poco el mundo exterior, me fui para cine al centro comercial Avenida Chile. Fui a ver The Social Network, la película sobre Mark Suckemberg, el creador de Facebook y uno de mis nuevos antihéroes, a mi parecer su director David Fincher hizo bien la tarea y nos mostró una apasionante vida sobre la gente de hoy, de las comunidades de hoy, una peli sobre un personaje extraño y genial. 

Y hablo de la peli porque es precisamente en el cine donde escuché por primera vez el nombre de Archer, si es un personaje que interpreta Leo Dicaprio en la película Diamantes de Sangre el intrépido Danny Archer, bueno y a todas estas les diré que no supe del paradero del señor Archer -el enigmático compañero de viaje- y de Adrián en estos días de encierro. Pero inevitablemente ese nombre me venía una y otra vez a la cabeza.

Sin mi amigo escritor y sin noticias del tal Archer, me dediqué a escribir para el periódico La Patria de Manizales donde publicó notas sobre literatura con regularidad en el dominical Papel Salmón, además preparé el material de la revista del Centro de Escritores de Manizales, un  numerito dedicado al poeta Orlando Sierra que cumple este año nueve de haber sido asesinado en las calles de la Cuidad Amarilla donde vivo, y también aproveché mi estadía en la capital para verme con mis amigos músicos, pintores, actores y escritores como Jotamario Arbeláez, Miguel Méndez Camacho, Pilar Lozano, Ana Mercedes Vivas, Alonso Aristizábal, Maruja Vieira y otros más. 

Se me fue yendo la semana entre conciertos de Jazz, invitado por Paulo Sánchez pude asistir a un toque en El Anónimo Bar, comí junto al dramaturgo Giovanny Largo en un restaurante italiano y también pasé por el Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo para escuchar al novelista español Juan José Millás en un conversatorio con Mario Mendoza, para terminar la semana -llegué al viernes- en Devachan, un extraño bar mezclado con algo de esoterismo donde disfrutamos de unas buenas cervezas al son de un rock ochentero, allí me encontré de nuevo con Adrián Pino, pero extrañamente el señor Archer no llegó con él.

Es difícil creer como podemos pasar la semana en nuestras pequeñas ciudades sin muchos sobresaltos, sin muchas actividades. Dedicados la mayor parte de la semana a pasar de nuestros lugares de trabajo a nuestras casas. Por el contrario en Bogotá el tiempo nunca alcanza, su caos arrastra, su velocidad hace invisible a la gente, su pesado ambiente cansa, pero así y todo se pude sobrevivir. Un ejemplo es esta semana que se me pasó de una, pero pude trabajar para el periódico de Manizales, elaborar dos proyectos (el de Palestina y el de una fundación literaria), entregar el material para la revista del Centro, escuchar cuatro músicos virtuosos, ir a dos exposiciones, entre ellas la de Man Ray, asistir a un conversatorio entre dos altos novelistas poseedores de premios tan importantes como el Planeta y el Novela Breve, pasar por los cines y ver dos buenas películas, comer en excelentes restaurantes, escuchar a viva voz los versos de poetas de importancia en el país y encontrarme con los amigos.

Volviendo a Devachán, diré que uno puede toparse con un prestidigitador y tener como compañía en la mesa una estatua de un arcángel, escuchar rock de los ochenta y pasar al rock en español de los noventa, hacerse leer las cartas, el tabaco y la espuma de la cerveza y de paso pasarla super con los amigos. Así despedía la semana, un poco inquieto por la desaparición de Archer y ansioso por regresara a mi apartamento en medio de las montañas de mi ciudad. 

La noche acabó, entrando la madrugada del sábado. Dejé al novelista Adrián y a su novia Ximena cerca del hotel donde se hospedaban, Antes de despedirme le dije a Adrián que buscara a Archer para que estuviera con nosotros la última noche en la capital. No sé por qué pero el tipo me intriga, le dije. Me despedí de Carito -mi acompañante esa noche- y tomé un taxi hacia el apartamento. El sábado prometía toda una fiesta. 
Esta historia continuará

Fotografía: Bogotá desde Monserrate, foto de Juan Carlos Acevedo R...


* Lectores, podrán encontrar otra versión de la historia en www.adrianpinovaron.blogspot.com  

4 comentarios:

  1. Que buena historia, ya quiero el final y meencanto tambien la version del escritor Adrian un beso esperare la proxima

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  2. Excelente crónica. Muy grata la idea de que Adrián y vos cuenten la historia desde su propia perspectiva. Veré qué sucedió con el misterioso Archer y con atención la culminación.

    Un saludo, Jorge Hernán A.

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  3. ...y leeré con atención la culminación. Le decía a Adrián en su blog que sería muy interesante una crónica sobre esos cálidos tiempos de la Casa de Poesía, en buena parte responsable de que es hoy tu pasión y tu oficio. Debe haber muchos gratos recuerdos. No hay duda de que su desaparición fue una pérdida fatal para Caldas.

    Jorge H.

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  4. Soy Archer.
    El Archer del que hablan estos dos hombres llamados Adrián Pino y Juan Carlos Acevedo en un intento de crónica roja o rosa.
    Pero no los conozco.
    No sé por qué están hablando de mí.
    No sé de ningún viaje ni me interesan sus poemas o su prosa.
    Creo que están equivocando el camino, que comprometen su futuro al hablar de alguien que está por encima del bien y del mal.
    Les pido que me dejen tranquilo.
    Soy un río que se desboca con gran facilidad, al que le llueve mucho, que trae demasiados troncos secos, por el que ruedan inmensas rocas.
    Les llamo la atención para que no inventen más historias con mi nombre, para que digan que he sido su compañía en un viaje tonto como deben ser ellos. No me gusta la mentira. Si desean ser grandes escritores, empiecen por decir la verdad. O la verdad les caerá encima como la roca de Sísifo.
    Repito: no los conozco ni deseo conocerlos.
    Es sano olvidar en estos tiempos. No lo olviden.
    Y si he podido hackear esta página con solo mover el mismo dedo que aprieta el gatillo, imaginen el riesgo que corren de no hacer caso a esto que digo.

    Archer

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