martes, 31 de agosto de 2010

Santiago Gamboa el Cartógrafo



Es la una y media de la madrugada del martes 10 de agosto. No hubo lluvia en la ciudad. Apenas y un leve viento -frío y delgado- se cuela por debajo de la puerta. El apartamento permanece indiferente a los cambios de clima. Tengo una sensación de orfandad. Un extraño sentimiento de abandono. Un deseo de no querer dormir. Unas ganas terribles que amanezca pronto. El caso es huir a las horas que siguen hasta que la luz del sol ilumine las paredes que habito.

En un rato la alarma de mi celular me dirá es tiempo de levantarse. Es hora de iniciar la rutina: beber jugo de naranja, hacer unos huevos revueltos, preparar chocolate con leche, embadurnar de mantequilla unas tostadas, agregar queso y al final entrar al cuarto de baño para salir limpio rumbo a mi oficina.


Pero aún es la una y treinta de la madrugada del 10 de agosto. Estoy sentado en el sofacama color mostaza de mi apartamento. Me ilumina una tenue luz de lámpara de piso. Hay un vaso con restos de
Ron Viejo de Caldas en uno de los brazos del sofá. Me siento indefenso, desprotegido, abandonado. Una sirena rompe el silencio. - Hay alguien en problemas, me digo, como esperando una respuesta que no va a llegar.


Tengo entre mis manos una edición de bolsillo del libro
Los Impostores de Santiago Gamboa. La edición de pasta verde de Planeta que costó $ 6.000 en una librería Panamericana en Bogotá. Había entrado con Paulo Jazz y con Gloria Luz a comprar un regalo infantil para el sobrino de Paulo. Terminamos como siempre comprando libros… muchos libros. Este hace parte de la colección Letras colombianas de hoy

Después de dos semanas he terminado su lectura hoy martes 10 de agosto a la una y treinta de la mañana. Estoy solo. Irremediablemente solo, como un río o una estrella. No quiero dormir. Esta Ciudad Amarilla es implacable con sus vientos helados que ascienden desde la Villa de María y congelan mis pies descalzos. Necesito otro trago de ron a falta de una bella mujer para mi casa, pero he acabado con los restos de una botella que sobró de alguna celebración un fin de semana cualquiera y la bella mujer debe dormir plácidamente en su casa.

Es extraño… hace meses no me ocurría. Hace meses no tenía este sentimiento de orfandad. De creerme el único ser despierto en el mundo huyendo del sueño, de mi cama, de mis propios pensamientos. No es necesario que diga que leo en promedio un libro cada semana y esto no suele pasarme con frecuencia. Así que me conozco y sé cuando este sentimiento de abandono me golpea… odio estar así.

¿Acaso terminar la lectura de un libro es terminar una relación?, como dice el poeta: nadie habrá de responderme.

El reloj avanza, el frío también ya no solo congela mis pies desnudos sino también mis piernas cubiertas apenas por una vieja pantaloneta de fútbol de algún equipo en el que jugué. Tengo ansiedad, cada vez que termino un libro, que de verdad me gusta, me sucede. Me pregunto: acaso un adicto siente algo parecido. No hay respuesta. Juré una y otra vez no hacer esto de correr al computador y escribir. No lo haré, no lo haré, repito como si mi apartamento fuera un auditorio repleto de amigos. 


Tengo ansiedad, ya no puedo más. Me levanto del sofá. Doy vueltas en la pequeña sala de mi residencia. Tengo unas ganas terribles de escribir o de salir a caminar. La ciudad por estos días es peligrosa. Evito meterme en problemas, además no tengo mucho dinero para buscar un muladar en el centro o un burdel en las afueras donde tomarme un trago. Juré que no lo haría. Me traiciono una vez más y enciendo mi portátil.

Quiero hablar de libros y autores en las páginas virtuales de mi blog. Eso, escribir sobre libros me lo había prohibido el día que decidí tener una cuenta como bloggero. Pero no puedo. Empiezo a escribir.


A
Santiago Gamboa lo conocimos cuando apenas empezaba su carrera literaria. Llegó a Manizales en el 2000 o en el 2001 a presentar en el Instituto Caldense de Cultura su libro Vida feliz de un joven llamado Esteban. Fue una noche fría y tranquila de una ciudad a medio nacer. Tuvo reseñas en los medios y un auditorio lleno. Vendieron el libro allí mismo y por supuesto lo compré, con autógrafo incluido. (Una dolorosa confesión: me lo robaron como tantos otros). Esa noche no pensé ser un lector de su obra. 

He leído cinco libros de Gamboa, el primero fue precisamente Vida Feliz de un joven llamado Esteban, pasé por El cerco de Bogotá gracias a un préstamo que me hizo Carlos Augusto, luego cayó en mis manos El síndrome de Ulises que disfruté una noche aciaga en el municipio de La Merced (Caldas) en un cuartito de hostal de 16 metros cuadrados. Lo leí entero esa noche era un 17 de noviembre. Igual estaba solo como un jugador de fútbol en los camerinos al ser expulsado 15 minutos antes de acabar la final del torneo. Llegó a mi biblioteca Necrópolis en enero de este año y hoy terminé Los Impostores. Hacen fila en mi mesa de luz los libros Hotel Pekin y Todo Pekin también de Gamboa.

Ya empiezo a identificar giros narrativos, a descifrar sus estructuras, a conocer su tono, a reírme con las pequeñas parodias en algunos capítulos, a gozarme las patrañas de los personajes, a distinguir ambientes, a emparentarme con personajes- narradores que bien pueden ser retratos de
Gamboa o de cualquier escritor, a conocer sus gustos literarios, gastronómicos y etílicos. Me gusta su prosa ágil, recursiva, lejana. 

También su forma de recrear otras historias que ya conocíamos, de mostrarnos un mundo actual y universal. Santiago Gamboa ha definido un estilo. No en vano su trabajo ha merecido tantos reconocimientos internacionales y su obra ha sido traducida a tantos idiomas. Suele ser generoso con el lector y puede burlarse hasta de él mismo. En sus novelas hay pasión, literatura, drama, suspenso, soledad y un retrato -hecho por un escritor- del hombre extranjero siempre. Nunca ha estado donde pertenece, se fue del país, creo, a los 18 años y no ha regresado y por lo que deja filtrar en sus personajes… no volverá. Pero su exilio es el del desterrado, la maldición del Judío Errante, tal vez por eso me gusta tanto la narrativa de este Literato de la Javeriana con estudios de Filología en España y especializaciones en Literatura cubana en Francia. 

Es un viajero condenado (España, Francia, Italia, China e India han sido lugares de habitación en su vida). Ha vivido desde la timidez -en los años juveniles- hasta la fama -en su mejor edad creadora- y ha escrito una obra seria y alejada de las maniqueas exigencias editoriales de Colombia. Sus novelas son aventuras, radiografias, mapas, cartografías urbanas de un mundo cada vez más cercano. Con ellas un lector puede adentrase en Barcelona, Roma, Paris, Jerusalén, Bogotá, Pekin o Nueva York sin temor a perderse, sus novelas son mapas. Yo conozco esas ciudades, sus calles, sus restaurantes, sus hoteles, sus olores, sus parques, sus vicios, sus sabores, su gente porque Gamboa me las presentó en cada una de sus novelas. Esto quería escribir.
Son casi las tres de la mañana. Hago clik en guardar como…. Apago el portátil. Vuelvo al sofacama. Si fuera un fumador, este sería el mejor momento para encender un cigarrillo. Tengo sed.
He escrito un borrador sobre lo que pienso de su narrativa. Santiago Gamboa es para mi el mejor escritor del denominado Baby-Boom. Tal vez en la mañana decida no subir esta página a Santos Oficios. Pero es madruga de un martes de agosto en la Ciudad Amarilla que habito y soy un huérfano, una abandonado que pregunta: a caso terminar la lectura de un libro es iniciar una relación. Debo dormir.

6 comentarios:

  1. Hola, eres bueno sin lugar a dudas, me gusta leer y mientras mis ojos se deslizaban por cada frase, todo mi ser parecía vivir tu momento, es escalofriante el frío que pude sentir, es más, yo diría que en ese momento monte la mejor película del mundo.

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  2. De los pocos escritos que he leido tuyos, este ha de ser de los que pasan a ser de mayor agrado, el casi sentir las palabras de quien en otro lado las escribe y se hace humano y mas cercano (pareciese).Es casi un contacto.

    Que a veces mi cuarto se transforma en la casa mas grande y me acorta, donde me acompaña este lapiz y Yo que me torno un muro mas sin personalidad. El tiempo se paraliza y aun asi se me escapa ¡oh! melancolia mia, acomañame esta noche mas y retomame en este viejo tiempo y vistamos para no desentonar.

    A mi gusto los escritos favoritos son los que pueden transmitir un sentido, sentimiento...

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  3. Juano comparto tu gusto por Gamboa aunque yo primero leí el Cerco de Bogotá y después Vida Feliz de un joven llamado Esteban, el primero de estos préstamo de nuestro amigo común, libro que por las circunstancias de la vida ahora es parte de mi biblioteca....gracias por compartir estas buenas líneas,

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  4. Sandra, que mal que confesaras tu hurto. Ahora tendrás que devolvermelo.

    Augusto

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  5. claro que te lo devolveré Augusto, en mi ejercicio profesional he aprendido la importancia de reparar los daños causados, y devolverle a las víctimas por lo menos una parte de lo perdido...

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  6. DIANA P. FILADELFIA
    QUE BUEN ESPACIO, ME ENCANTA ESTA CRONICA COMPARTO EL GUSTO POR SANTIAGO GAMBOA, ESTE ESCRITOR MUESTRA ESQUEMAS Y SE VALE DE RECURSOS PARA HACER MAS ATRACTIVAS SUS OBRAS, SUS DESCRIPCIONES HACEN QUE RESULTEN CREIBLES SUS HISTORIAS MANTENIENDO LA ATENCION DEL LECTOR.

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