martes, 17 de agosto de 2010

El mundo en el bolsillo de un niño (Episodio dos)



A los doce años me inventé a mi mismo,
construí mi glorioso destino con una alegría
que imaginé como una sonrisa de saludo triunfal,
José Luis Díaz-Granados

Para la década de los años ochenta, a mis diez años, me había inventado un yo explorador, un boy-scout, un Daniel Boom (recuerdan la serie de televisión) en busca del destino, sin imaginar en esos cortos años de juegos que seguía mi destino. Con los años los juegos dejaron de ser inocentes y empezamos a buscar el amor acompañado de la pasión. 

Cambiaron de nombre y hubo uno en especial Chucha americana, su nombre nunca pude descifrar de donde salió, pero el juego consistía en esconderse para dejarse encontrar solo por quien nos gustaba. Ahí los primeros besos y latidos fuertes del corazón. Esos años los acompañábamos de mucha televisión.
Parte de la tarde la matábamos viendo programas de una inocencia tremenda. 

Recuerdan: dokono dareka wa shira naikeredo daremo gaminna shitte iru Gekkou kamen no ojisanwa seigi no mikata yo yoi hito yo hayate noyouni arawa ree hayate noyouni satte iku Gekkou kamen wad are de sohow..,. era la banda sonora, el tema central de Centella, De El Capitán Centella. La recuerdan. Echémosle un breve vistazo. 


Esta serie japonesa nos cuenta la historia de un justiciero enmascarado que por las noches repartía justicia. Usaba un traje blanco con capucha, casco y lentes deportivos. Su armamento consistía en estrellas que utilizaba como los Ninjas, tres medias lunas (una dorada y dos plateadas) que volvían a sus manos por el efecto bumerang, un látigo y dos pistolas de seis balas. Era un justiciero motorizado, su moto aeroespacial, parecía más bien un misil blanco y rojo capaz de enfrentar todos los terrenos posibles. Además de utilizar su capa como un escudo protector. Lo tenía todo hasta unos hermosos guantes amarillos. Había una Luna llena detrás de él cuando salía a defender las calles de Tokio de sus archienemigos Doctor Dogma, Garra de Satán, El Dragón y Godán. Eran los ochenta y la televisión nipona nos inundaba. 

Como todo superhéroe El Capitán Centella tenía una doble personalidad. En el día era el incorruptible detective Iwai, acompañado, como era de esperar de su mano derecha Goroachi. Era tan inocente la serie que hablaba de justicia y valor, en tiempos del Muro de Berlín, de la guerra entre Irán e Irak y de la toma del Palacio de Justicia por parte de la geurrilla del M.19 en Colombia. Los niños jugaron un papel importante en la trama. Eran dos huérfanos. Shigeru, el mensajero de la Agencia y Fujiko, quien poseía las llaves que Garra de Satán buscaba. Amigos incondicionales de Iwai y aprendices de la agencia. Pero creo hoy día que lo mejor de la serie era su canción y su lema: No odies, ni mates. Perdona a tu enemigo. Increíble tanta poesía y sabiduría en la frase capital de un animé de los años ochenta.
Pero volvamos a esos años perdidos y digamos que si bien la tele nos robaba gran parte de la tarde, en las noches, se oía -calle abajo- el ruido de una lata oxidada de leche Klim y el tropel de niños en busca de refugio porque habíamos decidido jugar Coco botao

La infancia se nos iba entre juegos callejeros y programas de tele. Mucha televisión compartíamos en nuestras casas con los parceros de antes, los programas los veíamos en viejos televisores Toshiba, Es imposible dejar atrás a Mazinger Z, el animé que dio origen a los programas de robots gigantes, a Los Superamigos, a Batman protagonizado por el inigualable Adam West en el papel del murciélago y de Burt Ward en el de El Joven Maravilla Robin. y como no mencionar los aburridos programas que veían mis hermanas y que yo tenia que ver porque en mi casa solo había un televisor. 

Eran La Abejita Maya, Heidi. Los Picapiedra, Los Supersónicos y El Oso Yogui. Ni que hablar de Los Pitufos y los aburridos programas de la serie Candie. Pero de todos esos salvo a uno: La pantera rosa. En verdad eran otros tiempos. Sin más protección que la luz de Luna, los niños de los ochenta en Manizales salíamos a jugar en la noche y nada malo nos ocurría.
Visitábamos a los que se había pasado de casa en barrios cercanos y regresábamos sanos y salvos a las nuestras ubicadas en los suburbios. Nada podía detenernos en busca de nuestra felicidad infantil. Éramos niños atravesando la vida y la década de los ochenta. Dejando a tras el hipismo tardío de Latinoamérica en el que crecieron nuestros padres con pantalones de campana hechos en terlenka y patillas a lo Elvis. Nos adentramos en la sicodelia de la música disco y el rock anglo. 

Enamorándonos de niñas a las que nunca les dijimos lo mucho que nos gustaban y rompiendo los vidrios de las casas de la cuadra con el balón de fútbol marca Mikasa No 5 que nos regalaban por la compra de uno guayos o unos tenis Fastrak, ya no recuerdo como se escribía esa marca de zapatos.

Fuimos unos remedos de culturas lejanas. Crecimos en medio del horror y fuimos felices. Ahora nos enfrentamos a la vida y la nostalgia nos crea ese congoja que no podemos exorcizar. Hubo de todo en los años de la infancia en Manizales: postres y rodillas raspadas. Besos y huesos fracturados. Pérdidas y quemaduras por el uso y el abuso de la pólvora. Despedías y años escolares perdidos para siempre. Desastres naturales y guerras.

A los diez años me inventé otro yo, un niño explorador, uno que quiso conocer el pequeño mundo que lo rodeaba lleno de muchachas simples, calles limpias, noches de luna y amigos que no conocían la traición. Gentes con sueños posibles, barrios en la periferia que abandonamos por seguridad, los mismos que nos parecían otras ciudades como La Enea. A los diez conocí los primeros muertos en nuestras vidas y las primeras lágrimas también. La llegada -al fin- a la adolescencia nos dejó frente a la década de los noventa y nos hizo estos seres que sonríen cuando se ven en viejas fotografías de la primera comunión.

1 comentario:

  1. Gracias por traerme de nuevo a la mente esos maravillosos recuerdos,de juegos y diversiòn con nuestros amigos de la infancia.
    Que bonito ser tu compañera de generaciòn.

    Un beso

    ISA

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.