viernes, 9 de julio de 2010

Cómo odiar un rock-star


Salir de viaje en las madrugadas frías y solitarias de cualquier ciudad se me está haciendo costumbre. Esta vez, partí rumbo a Medellín cerca de las cinco de la mañana. Mi ciudad de origen Manizales, en este junio frío y hostil. El motivo de mi salida el 3 Congreso Iberoamericano de Cultura. El día elegido un viernes en la madrugada. El destino el apartamento de Martha, una prima de mi amigo Juan Pablo quien generosamente nos hospedaría, una mujer que nos soportó con la paciencia del santo Job. El resultado del viaje una nueva visión de Medellín y un reencuentro con los amigos. La historia es esta.

Salí desde la ciudad donde está la gente que me quiere con la intención de pasar encerrado en un auditorio dos días, recuerden la ciudad es Medellín. Aunque el frío de la mañana y la casi oscuridad de las primeras horas de este junio invernal en Manizales me hacían pensar en horas y horas de clases magistrales alrededor de temas de mi interés, en el fondo sabía que hacia Medellínmovía una sola cosa: la música. 

Una metrópoli como esa no incita otra cosa que no sea el conocimiento y la diversión. Y aprendí mucho y me divertí más pero terminé odiando una estrella de rock.


Para aclarar esta última frase les diré que he estado en innumerables conciertos. Mi afición por ellos comenzó hace años en mi ciudad cuando una emisora con poco presupuesto no podía traer los artistas a la ciudad y se inventó los llamados video-conciertos. Era una proyección de videos musicales bajados de la t.v, específicamente de la cadena MTV, los cuales se proyectaban en la Media Torta de Chipre (un espacio al aire libre con tarima gigantesca y capacidad para unas dos mil personas en la zona más alta y más fría de la ciudad donde casi siempre llueve y hay neblina, pero cuya vista del paisaje cafetero y sus famosos atardeceres le han granjeado un lugar en los sitios turísticos de la ciudad). Tendría tal vez trece años las proyecciones eran malas, el sonido peor y la violencia campeaba. 

Aún nadie hablaba de la cultura ciudadana, así que unos tragos de Ron Viejo de Caldas o de Aguardiente Cristal y cualquier loco rebelde y bobalicón arrojaba una botella de vidrio contra el escenario y estallaban las lluvias de botellas y los gritos y las avalanchas de muchachos huyendo del fatal desenlace del video-concierto. 

El resultado. algunos heridos no de gravedad, cinco o seis detenidos, un susto el hijuepótamo y la idea de estar entrando en una nueva etapa de la vida. Luego vinieron los conciertos de verdad en la Plaza de Toros de Manizales con grandes grupos de rock de los 80 y los 90 y el agua como protagonista. La calidad del sonido mejoró con los años y el comportamiento de los asistentes también. Ya la cultura ciudadana era un tema común y el licor que ingeríamos lo hacíamos en botellas cuadradas de plástico. 

El resultado ningún herido, cinco o seis detenidos y el amor rondado la mayoría de esos conciertos. Era la época de los noviazgos y las salidas con las barbies de turno. En esos años tuve la suerte de presenciar en vivo a Soda Stereo en la Plaza de Toros de Manizales comprando la entrada con el dinero que me prestó una casa de empeño por mi grabadora. Mi padre no estaba muy de acuerdo con ese tipo de conciertos y nunca me dio el dinero para la boleta, así que al ser fan de la agrupación argentina me ví en la necesidad de ir a la casa de empeño las tres HHH y dejar allí mi grabadora roja. Era muy linda y llamativa, a la usanza de la época. Lo que me ofreció el señor me alcanzó para el boleto de entrada y media botella de ron. Nunca olvidaré a Cerati en medio de un invierno tenaz diciendo Manizales se ve… tan susceptible. 

Ah fue tal vez el mejor concierto de mi adolescencia. Y sobre la grabadora, la rescate haciendo un curso de faquir en los descansos del colegio para ahorrar la mesada y poder recuperar mi aparato.

Más tarde el trabajo me permitió asistir a conciertos de música ochentera, recuerdan nacía en Colombia el rock en español. Disfruté a Maná (agrupación que nunca se definió uno no sabe si es pop, rock, tropipop o qué diablos, Fer y sus muchachos han caído bajo), Vilma Palma, Prisioneros, Aterciopelados, Miguel Mateos, Lerner, Hombres G y claro ya podía asistir a los conciertos acompañado de la novia a quien invitaba con mi dinero y no con el dinero de mi padre, así conocía a Guayacán, El Gran Combo, Gilberto Santa Rosa y Carlos Vives, también a Arjona, Juanes, Shakira y Serrat. Más tarde tuve la oportunidad de asistir a un concierto privado de Robi Draco Rosas en Bogotá, en su visita a Rock al Parque por invitación de Andrés Giraldo Pava ex baterista de Aterciopelados, tal vez el mejor recital al que he asistido en mi vida, y a un súper concierto de Bosé en el Coliseo el Campín al que llegué ganándome una apuesta y también a ver a los chilenos de La Ley en el Luna Park en Buenos Aires por una coincidencia de mi viaje por el sur del Continente y como no nombrar los inigualables conciertos de grandes músicos del mundo en el Festival de Jazz de Manizales. 

Escuché en vivo a los Gaiteros de San Jacinto, a Totó y Roger Waters el vocal de Pink Floyd a Serrat y a Joaquín Sabina. Todo ha cambiado y mis gustos musicales también.

Este recuento lo hago porque en verdad a Medellín me llevó una sola cosa: el concierto que en la calle San Juan daría Fito Páez, el lírico del rock, el pianista más sesudo de habla hispana mi ídolo hace veinte años cuando escuché por primera vez El amor después del amor.
Ya en Medellín no había nada que me interesara más que la música. Asistí a la vía desde las seis de la tarde de un frío, muy frío sábado y además lluvioso. Casi no encuentro la entrada, los amigos que me acompañaban son todos de Manizales y poco o nada conocíamos la ciudad, sus calles, sus esquinas. El concierto en la Calle San Juan estaba realizándose en pleno centro de Medellín. El día gris presagiaba lluvias totales y la oscuridad empezaba a cobijarnos. Lluvia y frío en la ciudad de la eterna primavera.

Cuando después de una hora y quince minutos de fila pude ingresar al improvisado campus, tuve la suerte de escuchar esa voz triste de Andrea Echeverri, la mejor rockera de Latinoamérica que para fortuna nuestra hace parte de la banda nacional Aterciopelados y la voz líder de la banda. Ella lleno de embrujo la fría noche paisa. La lluvia nunca dejó de caer, pero escuchar Florecita Rockera, Baracunatana, Bolero Falaz, Sortilegio y Rompecabezas nos llenó de energía y decidimos disfrutar la noche, las calles, la música y el Aguardiente antioqueño a falta de Ron Viejo de Caldas. El punto musical lo dejó muy alto y mucho más cuando solidaria, Andrea, se bajó de la tarima y se mojó con nosotros. Íbamos por el cuarto aguacero de la noche, ya las carpas -que habíamos adquirido a la entrada- no servían de mucho, los zapatos estaban inundados y el agua comienza a minar nuestras fuerzas. Pero no importaba. Rodolfo Páez Ávalos, Rodolfito, Fito el hijo de Margarita la profesora de Álgebra y música, el hombre de Rosario, el cantante, el compositor, el guionista y director de cine, el eterno hincha de Rosario Central valía la pena.

Después de éxtasis alcanzado con Aterciopelados, llegó Zoe una nueva agrupación mejicana que tiene dos o tres temas pegados en las listas más importantes de música de habla hispana, luego Antonio Carmona nos durmió con su flamenco, que siendo sinceros no era para la noche, llegó la internacional Rosario y volvió a levantar -medianamente- nuestros ánimos y nuestros cuerpos menguados por el agua, ya habíamos alcanzado los siete aguaceros, y por el cansancio eran las doce de la noche. Cumplimos seis horas de una espera entre veinte mil personas, estando todo el tiempo de pie bajo una temperatura de 12 grados, con una lluvia eterna y a la expectativa del rockero más importante de mi generación, del gran rock-star argentino.

Después de terminada la función de Rosario y su flamenco la lluvia dejó de caer. Un silencio en la Calle San Juan de cincuenta minutos dio pie para que la sonoridad del agua sobre sombrillas y rostros irrumpiera de nuevo, era el aguacero número ocho. Fito Páez no salía al escenario y la gente empezaba a impacientarse. Silbidos, gritos de protesta, coros con el nombre del rockstar y abandono del improvisado escenario.

Ya mis fuerzas y mi convicción rockera empezó a flaquear. Las dos bellas mujeres que nos acompañaban a Pablo y a mí desfallecían. El agua, el frío, el hambre y el silencio sepulcral del escenario habían hecho estragos en nosotros. Y surgió de pronto esa voz solidaria que tenemos para los amigos y Pablo, un poco pasado de copas, al ver el estado de aburrimiento, de cansancio y de decepción en nuestras amigas y al notar que Fito no saldría al escenario sino hasta dentro de muchos tiempo me dijo. Juano, por qué no salimos y dejamos a Fito sin nosotros.

Yo entendí de inmediato su sarcasmo y con el odio en mi garganta y la solidaridad en mi alma salí rumbo al apartamento de Martha. mi estrella de rock nunca salió a escena durante las siete horas que estuvimos en la Calle San Juan. Nos faltó al respeto y comprendí que todo rockero actúa igual. Tal vez estaba enrumbado en el Parque Lleras o en Bello y nosotros mojados, fríos y descompuestos seguíamos creyendo en él y en su música. La que no llegamos a escuchar en Medellín.

No importa, mientras sigan existiendo sus canciones yo seguiré brindando por él y por su música. Odiar a un rock-star hace parte de este estilo de vida, ya lo sabemos.
Para: Jonathan Betancur, guía en este viaje de aguas y risas.

Caricatura de Fabián Zaccaria

3 comentarios:

  1. Menuda odisea,viejo!y al final siempre los perdonamos...

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  2. Noooo, pero semejante viaje, tremenda mojada, demasiada espera, para al final, renunciar y devolverte sin ver al gran fito en el escenario
    sabiendo que quiza no se vuelva a dar esta gran oportunidad...Perdoname pero no me queda mas que decirte que al que hay que odiar es a ti por no haber esperado hasta el final a tu idolo.JAJAJA
    Super chevere la historia
    Besos
    ISA

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  3. Fito... TE QUEDASTE SIN NOSOTROS... viéndolo bien pasamos espectacular ... ya que estabamos en compañía de excelentes mujeres, y, el aguardiente antioqueño... pues ... al no haber más... estaba como bueno.. Juan Pablo

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