viernes, 13 de diciembre de 2013

APOLOGÍA DE UN ARTE EN DESUSO

Amigos los dejo con un poema mío, de un nuevo libro, que pretende -humildemente- acercarnos un poco más en estas fiestas. 



¿Alguna vez has pensado en la fuerza cósmica de un abrazo?

¿Sentiste la reparación en las grietas del tiempo
que te habita cuando alguien te rodeo con sus brazos?

¿De repente te iluminaste por dentro
con la llama sagrada que te transmitieron con el fuego de un abrazo?

Sino lo recuerdas es porque dejaste escapar, 
tras los falsos destellos del capital,
la cercanía del otro.

Abrazar, entonces, es la tarea.

Abrazarlo todo: al árbol benigno, al perro asombroso, al amigo ebrio,
al mendigo libre de pecado, al estafeta del viento.

Rodea con tus brazos la noche
y el frágil cuerpo del que no tiene nada que comer,
abarca con ellos a tu hijo
y deja que el agua bendita de la esperanza lo bañe.

No te niegues, no resistas, no huyas…

Abre tus brazos y deja llegar a ellos
la luz de la mañana en las montañas,
o el desprotegido cuerpo de aquellos
a quienes la vida develó primero dolor y sufrimiento.

Abraza la vejez y los surcos que los años trazan.

Abrazarlo todo: la alegría y el futuro, el viento y los dioses
dejando en cada cuerpo el aliento y el calor.

Abrázate a la guerra y borra el sino trágico que la persigue.

Abrázate a la memoria y su baile de fantasmas
           porque alguna vez, estoy seguro, el abrazo del reencuentro
                       sanó las grietas que el tiempo dejó dentro de ti. 

Juan Carlos Acevedo Ramos


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