Tercer partido
Sede México
Visitante
En los años ochenta, recuerdo, Padre me hizo un regalo fabuloso, no era el balón Mikasa No 5 que esperaba de navidad, porque ese ya me lo había traído el niño Dios hacia un par de navidades atrás, el regalo fue llevarme una tarde de domingo al Estadio, el templo donde millones de fanáticos profesan una nueva religión la cual desconocía a mi corta edad.
El desaparecido Estadio Fernando Londoño fue entonces mi nueva capilla. De la mano mi Padre y de esta visita al templo donde se jugaba fútbol de manera profesional surgió mi segundo amor, el cual llegó vestido de blanco. Por vez primera -a mis diez años- asistía al estadio a ver jugar al Cristal Caldas, ese era el nombre del equipo de mi ciudad en el 83- y un hombre -argentino como supondrán- se volvió mi ídolo. Ese hombre era Carlos Alberto Munutti, el portero de los blancos, de los albos, del Cristal Caldas. Ya no había como sacar esa llama que ardía en mi pecho. Nada podría extinguirla y yo estaba dispuesto a demostrar que nada ni nadie la podría apagar.
Entonces con la pasión ardiendo dentro de mí llego ese inolvidable mundial de fútbol de México 86.