jueves, 2 de diciembre de 2010

Crónica de un viaje a Holanda



Episodio dos

"El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata."
Gabriel García Márquez

El sol brillaba alto, la mañana era fresca y Henry, mi contacto en la Casa de la Cultura, me condujo -para luego desaparecer- donde la profe que dejaría sus alumnos bajo mí tutela. Me presentaron como un escritor, es decir, les echaron un carretazo sobre mí a los pela´os y en las rostros de esos veinticinco muchachos vi que entendían la presencia de un escritor como la presencia de un vendedor de biblias, como la presencia de un cajero de banco. Habrá algo más aburrido – me pregunto.

Todo lo que había planeado estaba fuera de contexto.

Para los muchachos yo era un triste hombre gris y envejecido de una oficina de banco o un vendedor de libros religiosos, algo así como esos vendedores de la revista Atalaya, los Testigos de Jehová, tipos insípidos esos, que me despiertan los domingos temprano y que despacho lo mejor que puedo de mi puerta. 

Convertido en un ser gris y aburrido, no tuve más remedio que dejar mis dos libros-armas a un lado, olvidar la academia, echar al olvido lo que había preparado la noche anterior y convertirme en uno de ellos, es decir, en un muchacho de barrio -tal vez, el que fui y perdí con los años- y prepararme para hacerles pasar tres horas divertidas, así mi corazón ante el cuadro que tenia en frente estuviera arrugado.

Esa mañana, bajo la perplejidad que me producían mis futuros alumnos, recordé el poema Reír llorando, el del actor Garrik que bajo la máscara de payaso sonríe en escena y llora tras el escenario de la vida.

Niños y niñas entre los 12 y los 14 años me acompañaban. Estaban mal vestidos, con una flacura de soga o de lápiz y con unos rostros secos en los que se intentaba dibujar una mueca extraña que yo asemejaba a una sonrisa. Empezar y dejar el miedo al ridículo fue difícil. Yo ya no era este escritor ganador de premios, o con libros publicados, este viajero incansable o este fervoroso hincha del Once, de Boca o del Barcelona que va al estadio o no se despega del t.v, ni siquiera era el hombre que ocupaba una oficina en una entidad pública, no. Esta mañana volví a ser un niño de gafas grandes, de piernas largas y rodillas raspadas que jugaba en los barrios populares de Manizales y que siempre estuvo a salvo. Ya no importaba si Jaime Sabines podía acercarlos a la poesía o si las teorías de Sergio Andricaín y Antonio Rodríguez les revelarían los secretos de la alta poesía.

Esta vez, como nunca me había ocurrido, la poesía debía acercarme a los muchachos, a sus sueños, a sus voces. Recordé las palabras de Jairo Aníbal Niño, el viejo vestido de blanco que conquistó amigos desde la literatura, sus palabras eran: Hay una gran necesidad de afecto, muchos niños solo tienen en el maestro una posibilidad de salvación porque quizás en su casa y en el medio son agredidos, el maestro es el oasis para sus sueños.

Contándoles pequeñas historias fui ganando su atención, al cabo de la primera hora sus rostros ya no estaban heridos por la débil luz que se filtraba por las ventanas del costado derecho del salón, la mueca que imitaba una sonrisa se fue convirtiendo en risas verdaderas y... sonó la campana. Si, la campana y no el timbre, para salir a descanso. Eran las 10:00 a.m.

En el descaso rodeado de mis alumnos temporales y de los demás niños de la escuela pude abrir los ojos, cerrados por la vanidad y el consumo, y miré a los otros, los vi indefensos y frágiles, vi sus necesidades. Y no hablo de la carencia de ipod´s, o dvd´s, de computadores portátiles, ni LCD´s de 42 pulgadas, ni de celulares de pantallas táctiles, ni siquiera de unos viejos tenis como los que llevaba puestos. No, al abrir los ojos observé que la gente necesita afecto, cariño, necesita quien la escuchara. Había necesidad del otro, de la compañía, de la voz del otro. Y eso a quién puede interesarle.

La campana sonó por segunda vez y supe que mi trabajo seguía. Regresé al salón.

Mientras guardaban silencio, pensé que a sus doce o trece años deberían estar en séptimo quizá octavo grado de media, pero aquí el mundo gira distinto, me dije. Así que lo único que se me ocurrió fue darle las herramientas para que escribieran, para que esa mueca trocada en sonrisa los abandonará un rato y pudieran mostrar una verdadera sin el menor esfuerzo. Inicié la segunda parte del taller mostrándoles la escena que para mí mejor diferencia la pobreza de la miseria, es el comienzo de la gran novela de Gabo: El coronel no tiene quien le escriba y ellos entendieron que no están en la franja de la miseria y que no lo quieren estar. 
Luego hice un breve recorrido por la vida y la obra de tres grandes de la literatura que tuvieron una vida complicada antes de conocer la gloria y la fama, ellos fueron Pablo Neruda con su único traje negro que lo identificaba como poeta a los 19 años, Gabriel García Márquez empeñando la estufa, el sacador y la licuadora y J. K Rowling sin trabajo, sentada en una cafetería y con bocas que alimentar y los niños se dieron cuenta que era posible soñar. Hablamos de historias de amor y aventura, de terror y fantasía y de bellos poemas. Un rato más tarde ellos pudieron -en la parte final del taller- escribir una historia con alguno de los tres subgéneros como base.

Al terminar cada uno pasó al frente y leyó su historia, sin miedo, sin pánico, era un ejercicio sin la mirada de la profe o la malidicencia de los otros. Eran ellos leyendo historias para ellos. Poco a poco cada narración les arrancó miles de carcajadas, aprendieron a burlarse de ellos mismo. Se escucharon, se conocieron, se brindaron apoyo, por ejemplo entre las chicas para reírse de los hombres, y entre los hombres para parecer los mejores escritores de su clase ante las niñas.

Por tercera vez sonó la campa que decía es hora de ira casa. En el tablero quedaron algunos nombres, algunas frases, en mis manos mucha tiza. Nunca abrí los dos libros que llevé, ni siquiera tuve que emplearlos para defenderme, nadie me atacó. Lo único que abrí fueron mis ojos enceguecidos por la pedantería y el egoísmo. Al final de la mañana mis veinticinco muchachos supieron que un escritor es un mago o un brujo que debe encantar (desde la primera palabra) a sus lectores y que la literatura puede servir para exorcizar los demonios que acompañan sus vidas que apenas comienzan, también para burlarse de esa vida triste que viven o para decirle a la niña que les gusta que ella es importante en sus vidas.

En fin, todos ganamos, ellos la tranquilidad de aproximarse a los libros y sus autores sin pensar que son cajeros de banco o vendedores de Biblias, yo el recordar que el camino es largo y que hay otra gente en la ciudad, otras personas invisibles que no me permiten callar.

Este año en el mundial de futbol celebrado en Sudáfrica la selección de Holanda volvió a ser segundo, el campeón fue España mostrando un gran fútbol y muchos talentos, en la tele volví a ver imágenes de un país rico y hermoso celebrando el subcampeonato de su selección y optando por ser sede en 2018, sede que le otorgó la FIFA a Ruisa. Este año conocí otra Holanda, una llena de ilusiones y sueños, de pobreza y desigualdad una que no podemos dejar devorar por la peste del olvido.

(Imagen de la Comuna San José. Barrio Galán en Manizales)

5 comentarios:

  1. Que bonita historia viejo amigo..
    Saludos

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  2. ese es el verdadero arte del la docencia eso es lo que hace que cada dia queramos dar as a esos jovenes que solo quieren crecer y ser alguien en la vida, esos gestos son los que hacen de la enseñanza una verdadera pasion mas que una profesion
    un beso

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  3. Que bella publicaciòn,nos arruga el corazòn y nos coloca a pensar. Que bien que hayas logrado tu objetivo de llevar la poesia al barrio Holanda sabiendole llegar a los niños y a las personas como solo tú sabes. Un abrazo

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  4. DIANA P. FILADELFIA
    QUE BUENA CRONICA ME GUSTA LA PARTE INICIAL DONDE HAY UN FRAGMENTO DE UNA DE LAS OBRAS DE GABO, SOY FIEL ADMIRADORA DE EL, CREO QUE SU NOVELA 100 AÑOS DE SOLEDAD ES UN HITO EN LATINOAMERICA, GABO HA REVOLUCIONADO EL MUNDO LITERARIO, ME ENCANTA ESA EXHUBERANTE MEZCLA DE FANTASIA Y REALIDAD DEJANDO VER LA SOLEDAD Y PROBLEMATICA DE UN PAIS, SUS ESCRITOS NOS PERMITE DESARROLLAR UNA PROPIA LIBERTAD IMAGINARIA.

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  5. juanca te felicito aunque tarde pòr tus exitos del año pasado. esperamos que este año sea igual de productivo en tus cosas abrazo desde riosucio de jorge y patricia

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