viernes, 18 de junio de 2010

Los antihéroes que admiro (parte I)


Soy irrevocablemente ochentero. Me gustan los converse que empecé a usar hace 20 años y que aún uso. Todavía me emocionan algunas canciones de la música de plancha como es himno que canta la mexicana Yuri: La maldita primavera y que entre copas hace lagrimear a más de uno. México 86, con su mascota Pique, seguirá siendo mi mundial favorito porque consagró a Maradona como el mejor futbolista del mundo y Argentina salió campeón. 

Mi peli favorita en la niñez , eternamente, será Superman que vi en un teatro que ya no existe en Manizales, el Cumanday. Me ruboricé en el cine con Rompecocos. Aprendí de memoria el Nocturno III y en la literatura durante esa década se inmortalizó a García Márquez. En esos años mi padre se convirtió en mi mejor amigo y vi en él a un superhéroe que con los años se desfiguró. 

Conocí, entonces, la imagen del antihéroe que hoy recojo. entre mis amigos. En ellos retomo el retrato de muchos padres que son amigos escritores, músicos, compañeros de oficina, alumnos y recojo, también, la imagen de antihéroe en que se convirtió mi padre.




Si nos ajustamos a las características poco éticas de muchos de ellos comparadas con las del héroe tradicional, mis amigos que ahora son padres serían estampas perfectas de antihéroes. Algunos de sus actos serán juzgados como heroicos pero de una forma que no merecería tal apelativo.

Los antihéroes que me han marcado provienen de la tele y el papel. Recuerdo con cariño al Chapulín Colorado, ese personaje pequeño, flaco y cándido que conocí en una vieja televisión en blanco y negro, ese antihéore tenía una sola virtud: ser bueno. Luego esta Wolverine en X-Men, el mutante con características de lobo que posee el mejor conflicto interior de todos los personajes de la Marvel, capaz de arriesgar su vida por los amigos. Me apasioné por Homero Simpson a quien he defendido hasta la saciedad, recientemente nombrado el personaje de la T.V en los últimos 20 años y, de seguro, si yo tuviera un padre como él sería presidente de Estados Unidos como se ve Lisa en el futuro. 

Pero déjenme decirles que me quedo con uno en especial: don Alonso Quijano. El viejo y aventurero. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Ese es el prototipo de antihéroe que me gustaría que fueran los padres que conozco. Recuerdo un capítulo en especial, tal vez manido, los consejos que da Don Quijote a Sancho para que gobierne la ínsula. Quijote tenía esa vocación paterna y desde ella quiso intentar guiar a su amigo de aventuras. Tenía tantas ganas de que pasarán cosas mejores. ¿Acaso Quijote no era un padre y un hijo a la vez?

Este ejemplo, traído desde la literatura, me sirve para reconocer en Federico Díaz-Granados mi amigo y padre de Sebastián -quien tiene ya doce años- al prototipo de padre que debiéramos ser. Si reconocemos en un antihéroe a un ser que se rige por las reglas de su propia moral y que se esfuerza para crear y definir sus propios valores opuestos a aquellos reconocidos por la sociedad en la que vive, Federico puede convertirse en el antihéroe de los poetas-padres de mi generación porque ha intentado crear un mundo con sus propias reglas y eso le ha causado la enemistad de muchos.

En este poeta bogotano de ancestros costeños, habita un ser humano extraño, sensible y complicado. Federico enfrentó con valor su condición de padre en los primeros años de su juventud, su inexperiencia y su libertad lo condujeron a separarse del hijo rápidamente. Sebastián es su muchacho. Ha sido su orgullo. En las ciudades del país donde nos encontramos nunca falta en las conversaciones. 

Por él volvió a ser niño, o mejor nunca ha dejado de serlo, trastocó las normas de siempre para arreglárselas con el tiempo y poder robarle horas a la vida dedicándoselas a su hijo. Hizo poemas para Sebas, compró comida chatarra, le permitió no bañarse un sábado, lo llevó al estadio, al cine y construyó carpas en el apartamento para divertirlo. Cruzó el país para llegar a tiempo a una cita con él y por supuesto también le falló.

Federico arrastró derrotas y pérdidas, se sobrepuso a la ausencia y a la muerte de dos figuras cardinales en su vida el exilio de José Luis y la muerte de Mario Rivero pero nunca abandonó a Sebas. Lleno de misticismo y de rencores viejos, poseedor de buena poesía y dueño de un don de la amistad inquebrantable, Federico, a tratado desde la estética del antihéroe ser el mejor padre que he conocido.

Hoy Sebas ha crecido y dejó atrás la tierna edad de los juguetes para entrar en la zona tenebrosa del primer amor. Yo veo sufrir a Federico y me pregunto, acaso los antihéroes no lo superan todo. Acaso ellos no toman de su pasado solitario las bases de su personalidad y le dan paso a una perspectiva distinta a la vida.

Una noche en un bar bogotano en la 93, en Ícaro concretamente, comprendí que ya no éramos los jóvenes que creía y que por supuesto la soledad empieza a abrigarnos y Federico ya no tendrá a Sebas para llevar bien sus fines de semana. Federico tendrá que ser un padre normal y volverá a acompañarnos en las correrías por bares y restaurantes y recordaremos los maravillosos años ochenta cuando éramos felices y anónimos, mientras Sebastián robará besos a su novia en un centro comercial.

3 comentarios:

  1. Muy bueno,viejo,mas te pregunto-por qué omitiste a nuestro trágico y entrañable amigo,El Castigador?Abrazo.Mauro.

    ResponderEliminar
  2. La amistad que los ha unido es sinonimo de apoyoy cariño y se nota que los dos o bueno tu vas de la mano de el acompaãndolo en ese proceso
    federico un muy buen antiheroe
    un beso

    ResponderEliminar
  3. Excelente, es cierto nuestros padres, nuestros amigos y nosotros cuando debemos ser papá y mamá a la vez somos grandes Antiheroes.
    Que bonito articulo un abrazo inmenso

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.