viernes, 23 de abril de 2010

Un soldado más en el ejército de don Quijote hace cultura desde provincia

Son las diez de la mañana de un lunes caluroso en agosto. Algo extraño si escribo desde Bogotá una ciudad 2600 mts más cerca de las estrellas donde el frío se hace familiar aunque queme los labios. Sé que son las diez porque Corferias acaba de abrir la versión 22 de la Feria Internacional del Libro y el himno de nuestro país abre las puertas de este recinto donde hordas de estudiantes y compradores y curiosos hacen su ingreso.

Comienza un laborioso día en la Feria del Libro. Aseadores, escritores y vendedores nos preparamos para una jornada de 12 horas que vence al más férreo y dinámico expositor. Entre nosotros un hombre se abre paso a través de risas y de guiños de complicidad. Con su caminado particular, debido a una cojera que no le incomoda, el expositor Carlos Flaminio Rivera me pregunta:

- Ya se echo uno pa´l frío?

Una mueca burlona le ilumina el rostro e inmediatamente, de una fina licorera de bolsillo, me ofrece un trago de whisky.

- Bueno JuanK, termina diciendo entre risas, ahora a trabajar.

Carlos Flaminio hace honor a su nombre: es una flama que irradia calor y confianza en medio de la gris y rutinaria capital colombiana.



Muchos lectores supondrán que Rivera es otro escritor perdido en el alcohol. Les confieso, que cual quiera podría pensarlo, hasta yo que lo conozco hace varios años. Pero sus tragos de güisqui son solo para conservar la pose del escritor que bebe dentro de un recinto donde no está permitido hacerlo. Ofrecer licor es una manera de burlar las reglas internas de Corferias, de atacar lo políticamente correcto. Y sus ganas de tratar bien a los amigos hacen que siempre esté dispuesto a ofrecernos un trago para calentar los fríos días de abril fecha en que se realizaba el evento literario más importante del país. Ahora el mes de las comentas nos alberga.
Haciendo honor a la verdad, Rivera solo bebe los 15 días que dura la feria. El resto del tiempo, es decir, los restantes 350 días del año es abstemio.
Pasados el par de tragos de un whisky fuerte y seco, se dirige con su “tumbao” y su fino bastón hacia el stand que el municipio del Líbano tiene en el piso 2 del pabellón 6. Un stand visitado a diario por reconocidos novelistas, editores, poetas, pintores y músicos de toda Colombia. He escrito el Líbano, el único, de los 1.102 municipios que tiene el país del Sagrado Corazón que posee stand propio en la Feria del Libro.

Este hombre que promedia los 50 años es un soldado más en el ejército de Don Quijote, nació en Líbano, Tolima, 1960. Cursó estudios de filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá tras lo cual se dedicó a la escritura, su vocación vital. Es asesor de la Casa de la Cultura del Líbano. Además es autor entre otros títulos de Cruentos y adioses, Sin puntos sobre las íes, La mirada Sumergida Cuentos en el tiempo y Sudor de sueño y otros textos y además es autor de las novelas La Cita y Las horas muertas, y para acabar de armar el cuadro de un hombre que vive y respira literatura es editor de la colección de escritores libaneses, como también coordinador del Encuentro Nacional de Escritores de Líbano.

Es tan querido y reconocido en el ámbito literario capitalino que entre sus amigos más destacados encontramos a los poetas y novelistas más importantes del país. Carlos Flaminio Rivera es generoso y disciplinado dos virtudes difíciles de encontrar hoy día en los seres humanos. Es un hombre útil como un martillo y necesario como el agua. Ya nadie concibe una feria sin su presencia y la de su güisqui, legendarios ya.

Su stand trae cada año una nueva colección de los libros editados en el Líbano. En 2009 inaugura una nueva propuesta de poesía: Doble Fondo en la Colección Musgonia. En ella aparecen los grandes poetas colombianos Santiago Mutis y Juan Manuel Roca, el mexicano Marco Antonio de Campos y el argentino Jorge Boccanera.

Qué más podemos pedir a un hombre como Carlos Flaminio. Es gestor, editor, expositor, escritor y buen amigo. Lo único que nos queda pedir es que su standbar, como lo llamó alguna vez Roca, siga invadiendo de buenas ideas la Feria del Libro de Bogotá. Porque una vez más, en el stand del Líbano, hemos ratificado esta sentencia: se aprende más en una hora de conversación que en 1000 páginas de un libro.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. pasaria todo el dia leyendo lo ke mi tio escribe me gusta mucho no solo la poesia sino las cronicas, ensayos y criticas que hace....un abrazo.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.