¿Cuánto le debo al fútbol? Me
pregunto ahora que trabajo en la selección de éstos poemas para el dominical cultural
y literario Papel Salmón del Diario La Patria en Manizales.
Él me enseñó, en los delgados
años de la niñez, a confiar en los demás, a conocer la pasión, el dolor, la
derrota y las pérdidas, los sueños y la esperanza, el trabajo en equipo, los
triunfos compartidos y también me dio confianza y una disciplina férrea que hoy
hacen parte de mi vida literaria.
No soy el único escritor al que el juego de
la pelota le apasiona. Hace años acudo a la cita mundialista para preparar
páginas como esta, empecé de la mano de Orlando Sierra Hernández en el mundial
de USA 94 y creo no haber fallado a la cita desde entonces. He tratado con
mayor o menor fortuna de mostrarles a los incrédulos intelectuales que el
fútbol y las letras van de la mano y a los escépticos artistas que la pasión
por el fútbol es equiparable a la pasión por el arte.
Pero ahora no vamos a recordar
esos argumentos. Hoy leamos a grandes escritores que van desde Premios Nobeles en
Literatura hasta reconocidos poetas de todas las lenguas a quienes el fútbol ha
tocado con su magia.
Empecemos con un clásico
colombiano, infaltable, es El poema de Miguel Méndez Camacho que nos recordará
con su sencillez una infancia de tiempos mejores cuando la felicidad colgaba en
las entradas de los colegios públicos. Este poema era uno de los que más le
gustaba a Orlando Sierra:
KAMPEONES
En la revista del colegio
una fotografía de treinta años atrás
donde estamos posando sudorosos
después de la victoria.
Todos tenemos un aire de grandeza
que hemos ido gastando:
El gallego Tomás
el pecoso Pedroza
el maracucho Antonio
que hizo un gol memorable
y ahora tiene
una casa de citas en Valencia.
El tatareto Vega
que era puntero izquierdo
y ahora juega a político
por el ala derecha.
Siboney el negrito centro-medio
Y Juan Ramón "Pocillo"
-porque tenía una oreja, solamente.-
Al respaldo con mi letra de entonces
una larga leyenda que comienza:
Campeones (con K)
el nombre y los apodos del equipo
los goles y su hazaña
-con fecha y hora-
de esa tarde de marzo
cuando fuimos
brevemente inmortales.
Miguel Méndez Camacho
Tenemos luego a Rafael Alberti,
Premio Cervantes en 1983, quien siendo espectador en 1928 en la final de Copa
de fútbol entre el F.C. Barcelona y la Real Sociedad de San Sebastián escribió
una oda para un héroe. El portero del Barcelona, el húngaro Platko, se
convirtió en héroe.
Platko se arrojó sobre el pie del jugador contrario deteniendo un tiro, pero recibió en la cabeza el golpe destinado al balón. La patada fue brutal, Platko quedó conmocionado y tuvieron que retirarle del campo para aplicarle 6 puntos de sutura en la herida ensangrentada. Platko fue a la enfermería y poco después regresaba al campo entre vítores de gloria de los aficionados. Lucía un vendaje a mucha honra. Por aquel entonces se jugaba sin cambios. Y siguió jugando. Alberti le escribió este poema:
Platko se arrojó sobre el pie del jugador contrario deteniendo un tiro, pero recibió en la cabeza el golpe destinado al balón. La patada fue brutal, Platko quedó conmocionado y tuvieron que retirarle del campo para aplicarle 6 puntos de sutura en la herida ensangrentada. Platko fue a la enfermería y poco después regresaba al campo entre vítores de gloria de los aficionados. Lucía un vendaje a mucha honra. Por aquel entonces se jugaba sin cambios. Y siguió jugando. Alberti le escribió este poema:
ODA A PLATKO
Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder
defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que
era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre
el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y
arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de
otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave
rota,
llave áurea caída ante el pórtico
áureo !
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas
flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu
parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la
esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido
a la pelea,
en el arco contrario al viento
abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo
recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de
los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por
el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de
no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.
Rafael Alberti
Llegamos a una tarde de odios y
amores, como lo es fútbol y el escritor argentino José Cantero Verni nos
recuerda a Arsenio Erico (1915-1977) el mejor jugador paraguayo de todos los
tiempos y el máximo goleador del fútbol argentino quien en 90 minutos pasa de
villano a héroe para inmortalizarse en este poema:
DOS PENALES
Yo te vi llorar casi en silencio
en aquella final de los
recuerdos,
no es muy fácil errarse dos
penales
con la gente gritando tu
degüello.
Justo vos Arsenio que tenías,
creo que un guante en ese pie
derecho
que no habías mostrado hasta ese
día
una falla en todos tus aciertos.
Vos hermano que estabas diplomado
que en eso del penal eras
maestro,
los viniste a tirar a la tribuna
que reloca pedía por tu entierro.
Que gritaba mostrando los
colmillos
proclamando venganza y
escarmiento,
justo a vos hermano que le diste
a este club hasta el último
resuello.
El partido siguió con los
insultos,
y siguió también el cero a cero,
la emoción estaba en los penales
que causaron enojo y descontento.
Vos Arsenio quedaste casi helado
los reproches golpeaban en tu
pecho,
deambulabas perdido por la cancha
pensando que aquello no era
cierto.
Parecías un pequeño barrilete
sacudido por la fuerza de los
vientos,
la pelota te pasaba y vos hermano
no podías pararla por los
nervios.
La hinchada que otrora te
aclamara
te lanzaba relámpagos y truenos,
el pobre alambrado sujetaba
a esas fieras pidiendo por tu
cuello.
El estadio hervía en una caldera
aquella final era un infierno,
dos penales habían encendido
maldiciones saliendo del aliento.
La hora se acercaba lentamente
casi cinco le quedaban al
encuentro,
le alcanzaba el empate a la
visita
para hacerse de aquel título los
dueños.
Y nosotros que habíamos tenido
por dos veces la suerte al lado
nuestro,
se había ido volando en dos
penales
que colgamos allá en el
firmamento.
La ilusión sangraba por la herida
se extinguía al compás del
minutero,
era igual el empate a la derrota
que de luto vestía tantos sueños.
La pelota cayó en el mediocampo
y quedó boyando a medio metro,
de tu alma Arsenio que parada
buscaba una respuesta sin
remedio.
Y con bronca, con furia desatada,
le pegaste a esa pelota con un
fierro,
que cruzó todo el campo y fue a
clavarse
en el ángulo arriba del arquero.
Fue alegría, fue rabia y fue
emoción,
un golazo a todo ese desprecio,
una mezcla de sueño y de revancha
que tenías hermano allá en el
pecho.
Ese gol, fue el gol del
campeonato,
y fue tuyo Arsenio el
sentimiento,
aún habiendo errado dos penales
nos llenaste la tarde de
festejos.
No podemos avanzar sin hacer un
breve homenaje al balón de fútbol y el encargado es Gerardo Diego poeta español
de la Generación del 27 nos dice:
El BALÓN DE FÚTBOL
¿Tener un balón ? Dios mío.
Qué planeta de fortuna.
Vamos a los Arenales :
cinco hectáreas de desierto,
cuadro y recuadro del puerto.
Qué olor la Tabacalera.
-Suelta ya el balón. Incera.
-No somos once. -No importa.
Si no hay eleven hay seven.
Qué elegante es el inglés :
decir sportman, team, back ;
gritar goal, córner, penalty.
(Aún no se ha abierto el Royalty.)
-Marca tú la portería :
textos y guardarropía.
-Somos siete contra siete.
Un portero y un defensa,
dos medios, tres delanteros ;
eso se llama la uve.
Y a jugar. Vale la carga.
pero no la zacandilla.
Yo miedo nunca lo tuve ;
(Una brecha en la espinilla.)
Ya se desinfla el balón.
Sopla tú fuerte la goma.
Ata ya el cuero marrón.
El de badana en colores
déjase a los menores
para botar con la mano.
Mañana a la Magdalena
a jugar contra el « Piquío ».
Y al « Plazuela », desafío.
Tener un balón, Dios mío.
Gerardo Diego
Otro poeta español, uno de los
más grandes no solo le escribió al fútbol sino que lo jugó, hay fotos de aquellos
años que lo testifican, es Miguel Hernández quien se inspira en un accidente
del portero del Orihuela FC, Manuel Soler, Lolo, el cual en pleno partido se
golpeó con el poste y se hizo una enorme herida en la cabeza. Debemos aclarar
que Lolo no muere tras el golpe pero el poeta en una licencia poética hace
llegar la muerte para completar el sino trágico del poema:
ELEGÍA AL GUARDAMETA
A Lolo, sampedro joven en la portería del
cielo de Orihuela.
Tu grillo, por tus labios
promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por
ventura?
En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del
juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.
Goles para enredar en sí,
derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las
botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.
Entre las trabas que tendió la
meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su
bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.
Delación de las faltas,
mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos
cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.
Ante tu puerta se formó un
tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas
relaciones.
Combinada la brisa en su
envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu
estirada.
Te sorprendió el fotógrafo el
momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el
viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó
gloria.
Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya
cogiste.
Fue un plongeón mortal. Con
¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo
femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de
tristeza.
Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue
frontera.
Te arrancaron, cogido por la
punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.
¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de
lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile
apolonida.
Inflamado en amor por los
balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus
riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu
amante.
Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en
vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de
pelota.
A los penaltys que tan bien
parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone
trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado,
muerto.
El marcador, al número al
contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el
extraordinario,
el Sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.
Miguel Hernández
La esperanza es lo que hace que
un hincha vaya al estadio cada tarde de domingo, esa esperanza le dice que esta
vez el equipo ganará y la senda del triunfo será habitual, y si pierde la
esperanza, al fe en los once y D.T lo llevará de regreso el domingo siguiente
porque el equipo esta vez sí ganará. A esa tarde de domingo le apuesta Luis
García Montero:
DOMINGO POR LA TARDE
A veces las infancias escapan de
sí mismas
y corren por la lluvia mismas
como en fuera de juego
sin oír las sirenas de los
árbitros
es verdad que son mares en un
vaso de agua,
pero hay las que tienen esas
espumas
de las alineaciones,
paraísos que aguardan los
despachos
del minuto último
o días que amanecen
con la tranquilidad de un tres a
cero,
de un cinco a cero en punto de la
tarde.
Por lo demás también hay labios
en el extremo izquierdo del
domingo,
lesiones en las dudas del mañana
pasados que regresan
igual que una llamada de
teléfono.
- ¿Y lo de ayer? Sonríe la
memoria
cuando parece amiga del equipo
contrario.
Las verdades del área
son rectas de dudosa geometría,
como ardientes amores de ficción
en manos de un penalti.
Por eso saben mucho
de la felicidad y la belleza.
No conviene que demos a estas
cosas
un valor excesivo.
Son noventa minutos en un vaso de
agua.
Pero a mí me han quitado muchas
veces la sed.
Luis García Montero
Antes de terminar dejemos toda la
buena energía para la Selección Colombia y su buena estrella en este mundial de
Brasil y nuestra tristeza por la falta de Radamel Falcao García nuestro Tigre
goleador; y sirvan estos poemas para acercar a los lectores a esa comunión que hay
entre el fútbol y la literatura desde hace tantos años.
*Escritor
Ø Este
artículo apareció el domingo 8 de junio en el periódico La Patria y su dominical Papel
Salmón, es un monográfico sobre fútbol ahora que estamos en plena fiebre mundialista,
lo encontrarán en el siguiente link: http://www.lapatria.com/publicaciones/papel-salmon/papel-salmon-8-de-junio
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