Este es el año de Eduardo
Carranza —1913-1985—. Varios homenajes se han hecho para el poeta de Piedra y
Cielo. También es el año de su hija María Mercedes Carranza quien silenció su
voz el 10 de julio de 2003 y no encuentro una voz más autorizada que la suya
para hablar de resolución de conflictos y poesía en este país a medio nacer en
el que vivimos.
Mi generación creció con ella y la recordamos como
creadora y directora de la Casa de Poesía Silva. En los 90 poco sabíamos de su
quehacer periodístico o su participación en la Constituyente del 91, pero
sabíamos de su obra y el movimiento que a favor de la poesía gestaba desde la
Casa Silva. No solo en la consolidación de nuestra tradición poética sobresalió
sino también en el cambio para un país que ella sabía descuadernado.
En Casa Silva nacen los festivales Alzados en Almas y el Concurso Nacional de
Poesía Descanse en Paz la Guerra y mi generación, pienso, supo que el miedo y
el silencio nunca fueron las salidas porque teníamos la palabra para decir.
Colombia es un país en construcción y hemos crecido con oleadas de violencia
sin tregua: toma de la embajada de República Dominicana, del palacio de
justicia, alianza tenebrosa de las guerrillas y el narcotráfico, la muerte
selectiva de líderes de izquierda, los crímenes de Estado, las masacres paramilitares,
los secuestros, por nombrar algunos de los episodios con los que avanzamos sin
norte alguno.
¿Cómo dejar la desgracia de un país?
Desde mi oficio me enfrento a la pregunta: ¿cómo, desde la poesía, se podría
aportar para dejar atrás la desgracia de un país sumido en la indiferencia y el
olvido? Solo tengo una respuesta: la memoria.
Nuestro conflicto lleva 60 años de dolor y esperanza. Muchos colombianos tienen
la cicatriz de una guerra que no eligieron vivir y muchos presidentes han
tratado —sin éxito— de llegar a acuerdos de paz. Hoy un nuevo intento con los
diálogos de La Habana está presente y no hay que desfallecer. Dirán que es materia
de los medios de comunicación, y creo que también es materia de la literatura,
de las artes, de la cultura, de la poesía… de todos nosotros.
Si digo que llevamos 60 años de conflicto armado diré también que los poetas no
han sido ajenos a ellos y desde sus obras han dejado testimonio como reflexión
de una época de conflictos.
Recordaré que desde la palabra escrita, un país sitiado por conflictos se puede
ver a sí mismo. Son ejemplos Emilia Ayarza y su poema A Cali ha llegado la
muerte, Charry Lara y Llanuras de Tuluá, Una carta rumbo a Gales de Juan Manuel
Roca, el libro El canto de las moscas de Carranza. Balada de los pájaros de
Mario Rivero, Música para desplazados de José Zuleta, Ómar Ortiz y Tierra
adentro II, y Antonio Leiva y su País de ausentes. Es larga la tradición
poética que en Colombia no ha temido hablar de las violencias que nos cobijan.
El miedo y los señalamiento
No podemos negar que la poesía colombiana ha estado rodeada por el miedo y los
señalamientos, ¿pero qué poeta es capaz de dejar a un lado su realidad próxima?
Sin caer en vicios sobre la función social del poeta, sabemos que este debe
escribir sobre los asuntos que hacen de su tiempo un momento especial, único en
la historia de la humanidad y debe fusionar su yo con ese tiempo y ese momento
para dar luces y voces a una memoria a la que desde siempre le ha apostado.
Es desde de la construcción de una memoria colectiva que la poesía puede dar fe
del horror, de tantos tipos de conflictos que nos atraviesan y que hoy no queremos
repetir. Así la poesía puede jugar un rol en la resolución de un conflicto que
ya no es solo político y que no puede caer en el olvido, justo en un país que
olvida rápido su historia reciente.
Crecí leyendo poetas con mucho valor civil, ahí está Orlando Sierra Hernández,
asesinado, y los vivos que dejan su huella en la historia reciente de Colombia;
pero si pudiera nombrar a alguien que hizo de su vida y obra una existencia
combativa y reflexiva a favor de un nuevo país no dudaría en decir María Mercedes
Carranza. Nos enseñó a “desnudar la palabra del artificio y hacerla hablar” así
incomode a más de uno.
Publicado en La Crónica. Diario del Quindío. Agosto 4 de 2013.
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