miércoles, 25 de julio de 2012

Manizales Una ciudad que se apaga como un viejo imperio



En los suburbios de esta Ciudad Amarilla nací y crecí. Cuando apenas cumplía el primer año el Frente Nacional se vino abajo. Y una década de nuevos movimientos culturales, revolucionarios y políticos invadió el país del Sagrado Corazón. Esta tierra inició un cambio de pueblo grande a ciudad.

Aquí vive la gente que reconozco entre la multitud, quienes soportan esta lluvia eterna y el frío que desciende de los nevados. En sus calles deambulan los muertos de un lejano terremoto y de deslizamientos siniestros, las sombras de temerosos seres que presienten la ceniza o el rugido del poderoso Kumanday como una señal del final de los tiempos. Los forasteros nos ven como un pueblo grande, de gente arrogante, conservadora y dicen que creemos ser más de lo que somos.

Yo crecí en los 80 en las empinadas calles de la ciudad cuando hubo volcanes en erupción, toma del Palacio de Justicia, carteles de la droga, triunfos de Lucho Herrera y Fabio Parra en carreteras de España, Italia y Francia y en la radio de la cocina de mi madre se escuchaba hablar de guerras entre Irán e Irak, de la caída del muro de Berlín, de la primera reunión entre Reagan y Gorbachov.

Sí, crecí en una ciudad intermedia, desconocida para el Continente Americano.

lunes, 16 de julio de 2012

Otto Morales Benítez. Un legendario nombre en las letras Indoamericanas


Episodio II

  1. La maldita envidia me corroe.
Pasen por aquí, suban, suban, dice con su voz segura y ronca. Al  terminar luego a la derecha, después continúen subiendo y la encontrarán, agrega. Son tres pisos los que debemos recorrer, El Dr. Otto viene detrás, no titubea, su paso es seguro, sube los tres pisos sin mayor esfuerzo. Otto, el hijo predilecto de la tierra del Ingrumá, tiene 93 años. No lo parece ni física, ni mental, ni anímicamente. Qué vitalidad le acompaña.

Después de las indicaciones llegamos y se abre ante nuestros ojos un cuadro de que Pedro Nel Gómez hizo del jurista caldense. Luego una inmensa biblioteca -que hace las veces de estudio- nos deja perplejos. 

Arte, más cuadros de famosos pintores adornan las paredes, algunas máscaras y un busto en yeso, la base para una escultura de su cabeza en bronce que reposa en la oficina, la muy conocida oficina en el centro de Bogotá, en el piso 21 de la Torre Colpatria, además tiene un gran escritorio de madera, al igual que los muebles de la sala debe andar en los 30 años o más, sobre él un cartapacio de hojas y carpetas, y un poco empolvada reposa una máquina de escribir Olivetti que debe tener igual a todos los muebles unos 30 años. En ella escribo, me dice mientras suelta su demoledora carcajada. 

Hay  varias sillas de madera con cojines y un además un sillón de cuero negro para los visitantes, entre estantería y estantería diviso un miniar con botellas de varios licores y lo demás son portaretratos, lámparas, un olvidado maletín de ejecutivo, y varias mesitas auxiliares con libros, cientos de ellos, más de los que puedo describir.

lunes, 9 de julio de 2012

Otto Morales Benítez. Un legendario nombre en las letras Indoamericanas


.
Episodio Uno

  1. La culpa es de Roberto
Si, la culpa la tuvo Roberto Vélez Correa, hace ya más de doce años, cuando una noche en la Secretaría de Cultura de Caldas propuso mi nombre para que asumiera como Presidente del Centro de Escritores de Manizales C.E.M. Una papa caliente, me dijo mi amigo Jara, cuando se lo comenté. Yo contaba con veinticuatro años y había publicado recientemente el bienamado libro de poesía Palabras de la Tribu. Luego de pensarlo con la almohada y consultarlo con amigos como Jara y George, decidí aceptar el encargo de dirigir el Centro y organizar los Juegos Florales, el evento literario bandera de la institución.

Y digo que el culpable fue Roberto, el inolvidable escritor, filósofo y crítico literario muerto en Manizales hace apenas siete años, porque gracias  a su iniciativa de postularme para presidente del C. E. M. me tocó organizar el cumpleaños número ochenta del jurista y exministro Otto Morales Benítez. Menuda tarea la que me asignaron para pagar la primiparada: organizar las efemérides del burgomaestre y por supuesto elaborar el discurso de bienvenida para él, su familia y los cerca de trecientos invitados.
Lo organicé, llegaron asistentes de la talla del expresidente, poeta y amigo personal del Dr. Otto, el señor Belisario Betancur. A esa celebración asistieron todos (familiares, políticos, intelectuales, miembros del C.E.M. y hasta gente de un solo ojo). Todo salió bien y mi cariño por Otto Morales Benítez empezó a crecer.

Han pasado 13 años desde esa noche maravillosa en el Fondo Cultural del Café, la amistad sigue igual, su poderosa memoria ha hecho que no me eche al olvido y cada vez que viajo a Bogotá y sé que se encuentra allí lo visito. Hay un plus en cada visita, además de la larga y amena conversación, y son los libros pues nos acercan. Jamás ha permitido que salga con las manos vacía de su oficina.