Es abril, la lluvia cae a horas dispares, una neblina densa arropa las madrugadas. Hace poco hablé con el viejo Pablo y con el señor Sabines. Ahora escribo para ti o por ti. Qué mas da, ellos igual sabían que lo haría. Escribo como quien lanza ese grito al saber que su equipo acaba de anotar un gol. Escribo como quien ha guardado tanto un beso que todo el cuerpo no es suficiente para protegerlo. Escribir en fin, porque así puedo estar con mis palabras más cerca de ti.
Aquí quiero contar una batalla, un largo viaje peligroso y dulce... y me digo: acaso el amor no es una batalla, un viaje peligroso y dulce. Y al hablar del amor se hace necesario este verso del maestro Jorge Luis el más argentino de los argentinos, su verso dice:
Es el amor tendré que ocultarme o que huir.
Y vos sabes que una noche cualquiera el amor ataca por la espalda, a mansalva, y claro ya nada será igual…
Por ejemplo, salir con los amigos que arden en mis manos, ir al mismo bar cuando más alta esta la noche, tomar uno o dos tragos de ron con hielo para calentar la sangre y saber que no es lo mismo si vos no vienes con nosotros
Claro, ahí está la perversidad del amor, sin tu voz, sin tus ojos, sin tu liviana y cálida risa… las conversaciones en Juan Sebastián Bar ya no serán lo mismo.
Pero qué va, no sé vos... yo estoy convencido que vale la pena. Hay que hacer del amor lo mejor que tengas, recuérdalo siempre a uno lo salva -al final- el amor y la poesía.